viernes, 9 de diciembre de 2016

Cambiar el Libro




Crecí en un pueblito al este del Estado Aragua llamado Turmero. Como todo pueblo, su plaza constituye un centro de encuentro, recreación y mecanismo de dilapidación del erario público del alcalde de turno. Hace años viví la traumática experiencia de ver cómo la destruyeron y la convirtieron en lo que es hoy. En el noroeste de esa plaza había un banco de concreto de unos 30 metros de longitud aproximadamente, lo llamábamos “la yuca”. No sé por qué, pero ese era su nombre. La yuca fue testigo e instrumento de muchos de mis juegos en la plaza. Pero uno de estos alcaldes consideró que ya era tiempo de “renovar” y quitaron el banco.


Hace unos días se celebró el aniversario de fundación de mi pueblito. Recordaba mis muchas aventuras: caminar luego de la semana santa sin resbalarte, buscar a la pereza, alimentar a las ardillas y palomas, subir y bajar los escalones del Concejo Municipal, hacer equilibrio sobre la yuca (este banco era ovalado) y muchas cosas más. Por un momento me sentí triste y molesta a la vez. Ya no podría enseñarle  nada de eso a mis hijos. La plaza fue deforestada, el  banco destruido y las elegantes columnas de chaguaramos pintadas de un horrendo color. Cosas que uno espera, y que no sucederán.  Como cuando piensas que vas a la playa y terminas en la montaña.


Cuando supe el diagnóstico de mi hija Ella yo me imaginé lo peor. Sólo pensaba en la cantidad de cosas que no iba a ver, que ella no sería capaz de hacer. En mi recortada visión de las cosas, me enfrasqué en el hecho que las personas con discapacidad no pueden ser felices. ¡Qué equivocada estaba! Yo sólo pensaba en que la yuca ya no estaba, pero es que aunque ninguna plaza será como esa otra vez para mi, habrán otras plazas, otros sitios para jugar y otras cosas que recordar. Por esa razón, a veces más que pasar la página, hay que cambiar el libro; hablo de diseñar otro plan, y adaptarnos a una nueva alternativa.



Esto es aplicable en todos los aspectos de la vida. Mi papá no logró verme recibir mi título universitario, entregarme en el altar o conocer a sus nietos. Todo esto me entristece. Pero, mi mamá ha sido testigo de esto y más. Hay páginas que no debemos leer más. Si bien quedará el dolor de la pérdida: un empleo, una relación, un familiar, una posibilidad que se esfumó, Ella me ha enseñado que la vida especial puede ser más sencilla, más liviana y mejor, a medida que entendemos que esas cosas que no controlamos y que suceden, pueden ser un instrumento para llevarnos a un destino distinto que podría marcar un punto sin retorno para bien.


Es muy posible que si Ella hubiese nacido unas horas antes, no hubiese sufrido ninguna lesión cerebral. Muy seguramente fuese una niña típica, y nos hubiésemos ahorrado muchísimos sufrimientos. Pero en lugar de quedarme leyendo esa página, he decidido cerrar ese libro y leer el que me toca: el de una aventura cotidiana, cargada de sorpresas y retos diarios, impregnada de una motivación al logro y admiración inagotable hacia lo que una niñita con “limitaciones” es capaz de hacer. Allí está el papelón de mi limonada.



viernes, 11 de noviembre de 2016

Sin Subestimar



En esta ocasión quiero compartirles algo que escribió Amy Delgado para The Mighty . Creo que no puedo dejar seguir pasando los días sin que mis colegas de camino lean esto.  Ella nos da tres razones por la que nunca debemos desestimar  a nuestro hijo con necesidades especiales:

Mi hija, Lily, recientemente salió del programa estatal de intervención temprana. Como resultado, ahora está en el preescolar de nuestra escuela primaria local, en la que tembién recibe terapia ocupacional y fisioterapia como parte de su día. El proceso inicial para calificarla para la terapia y establecer el programa de educación inicial fue sobrecogedor y confuso. Sin embargo, una vez que pasamos esa barrera, las cosas fluyeron con bastante suavidad. Hasta ahora.

En general, Lily hizo muy bien su transición a la nueva escuela. Parece estar feliz y está haciendo nuevos amigos. Los maestros son agradables, el currículo es excelente. La comunicación con la maestra principal y la enfermera han sido mejor de lo que esperábamos.

¿Entonces por qué estoy preocupada?

Cuando la fui a buscar en estos días, la maestra de guardia me dijo que ella hace que los niños la pasen muy bien, porque ayudan a limpiar el salón. Ella le da las toallas y los niños limpian las sillas y las mesas. Al principio pensé: ¡Eso está muy bien, le están enseñando responsabilidades a los niños al ayudar con los deberes!

Pero entonces me dijo que no le decía a Lily que limpiara porque eso de agacharse iba a ser muy difícil para ella.

Estaba en shock. ¿Cómo podía creer eso? Lily usa su andadera para correr, saltar y agacharse, puede gatear como el viento, y no tiene problemas para pasar de rodillas a ponerse de pie y al contrario.  ¿Cómo que limpiar una mesa es muy difícil para ella?.

Después de respirar profundo , tomé la oportunidad para amable y pacientemente asegurarle que esas actividades están dentro del rango de las capacidades de Lily. También le solicité en el futuro involucrar a Lily en las actividades que impliquen este tipo de tareas.

Nuestra visión para Lily incluye que ella sea capaz de hacer todo lo que los otros niños hacen. La manera como completa la labor puede verse distinta debido a las adaptaciones, pero la expectativa es más importante.


¿Por qué esto es tan importante para mi?



  1. La  ayuda  a construir su confianza. Los niños construyen su confianza cuando completan exitosamente algo a través del esfuerzo. Cuando alguien ve a niño con aparatos o andadero y asume automáticamente que es incompetente por su discapacidad, le está robando la oportunidad de construir su confianza.                                                                                            
  2. La ayuda a construir independencia. El rol principal de padres y maestros es enseñarle las herramientas que necesita para ser independiente. A veces los adultos piensan que le hacen un favor a un niño con discapacidad al hacerle cosas que ellos pueden hacer por sí mismos. En sus mentes, están siendo cortés. Pero el mensaje oculto para el niño es que necesita del adulto y no puede hacer eso por sí mismo. Creo que un mejor enfoque es enseñarle al niño cómo adaptar actividades de manera que las puedan alcanzar independientemente. Por ejemplo, Lily puede usar la cesta de su andadera para llevar basura de su mesa a la papelera. Si se espera que otros niños desechen su basura, debe esperarse lo mismo para ella.                                                         
  3. Evita alentar un sentido de privilegio. Cuando un niño tiene una discapacidad, puede haber una delgada línea entre proveer el trato adecuado al niño de acuerdo a su discapacidad, y enseñarle al niño que tienen inmunidad de responsabilidades por su condición. Mi meta es evitar lo último, buscando que Lily siempre haga por sí misma todo lo que puede hacer. Honestamente es mucho más fácil  hacerle las cosas, y muchas veces me encuentro a mi misma por esa vía fácil. Sin embargo, cuando le doy la oportunidad, constantemente me sorprende con todo lo que puede hacer.
El artículo original está aquí

viernes, 4 de noviembre de 2016

Fe Extraviada



Una de las cosas más humanas que existe es la necesidad de creer en alguien o algo. Es así. El ateo puede no creer en Dios, pero cree en ciertos preceptos. Los que sí creemos en Dios también tenemos nuestras convicciones. Sin embargo, la tendencia humana es también condicionar nuestra fe a lo que experimentamos en la vida concreta. Nuestra vida concreta, imperfecta, incompleta, insatisfactoria, limitada, rutinaria…¿verdad? Esa sensación de desilusión que nos arropa de vez en cuando, o en algunos casos es la norma de pensamiento, puede ser el ladrón de una fe que nos permitiría asumir la vida con más drive, más empuje, más ganas y más optimismo.


En estos momentos llevo conmigo muchas cargas emocionales. Sí, Jesús me ayuda a llevar esas cargas, pero están allí. Estoy segura que tú también tienes las tuyas: una deuda que se ve impagable, un medicamento que no consigues, una nevera en modo piscina, desempleo, distanciamiento de tu cónyuge, la muerte de un familiar, un amigo chavista inconvertible, y paremos de contar. Todas esas cosas son los potenciales asesinos de la fe. No te hablo de la fe cristiana, como tal, sino la fe en el sentido más genérico. Si tu fe se tambalea, es hora de que la fortalezcas.



Los venezolanos hemos extraviado la fe. La tenemos, por no sabemos dónde la pusimos. Y sí, tienes razón, hay cosas y personas en quienes no vale la pena creer, pero hay otras en las que sí. Mi hija, Ella, por ejemplo, ha avanzado en parte, porque ella sabe que confiamos en ella. Hemos respetado su proceso, hemos sido pacientes, pero siempre hemos creído que ella es capaz de mucho. No es una fe esotérica, es la confianza de que logrará avanzar y superar sus muchas limitaciones. Y es que creo que es más provechoso creer que no creer, y como dice el gran Marcos Vidal, también es mucho más fácil; porque la incredulidad requiere energía y disminuye tus fuerzas.


¡Necesitamos creer! Necesitamos creer que las cosas van a estar mejor, que nuestros hijos especiales (y los típicos también) avanzarán, que esta aflicción es momentánea, que el sol volverá a aparecer. ¿Qué si decides no hacerlo? Pues, bien. Nada. Sigue viviendo tu vida imperfecta, incompleta, insatisfactoria, limitada, rutinaria y no esperes mucho de ella, porque has decidido creer que es y será así.





De modo que esto de la fe requiere una decisión muy personal. Tener fe aumentará tus niveles de energía, te inyectará un ánimo ante la adversidad y te permitirá resistir el embate de la realidad abrumadora. Esa es mi porción de papelón para ti esta semana. Yo, que tengo mi IngredienteSecreto, he decidido poner mi fe en Él. Nadie que pone su mano en el arado, se vuelve, dijo en una oportunidad, eso es una versión neotestamentaria de: “El que se cansa pierde”. No nos cansemos de creer, y no supeditemos nuestra de a las circunstancias. ¡Cree!

viernes, 28 de octubre de 2016

Cachorro Remojado




Tendría más o menos la edad de Ella cuando mi abuelo materno me regaló un perro que tendría unas tres semanas de edad. Recuerdo que fue un día domingo de agosto o septiembre, porque también recuerdo que al día siguiente no tuve clases. Nos lo llevamos a la casa, y al día siguiente en la mañana me llevé el cachorro a la batea para bañarlo. Abrí el chorro e hice de la batea una bañera. Lo habré tenido allí no sé por cuánto tiempo. A los pocos minutos el cachorrito estaba apagado y cabizbajo. No debería tener que decírtelo, pero si no has llegado a la conclusión aún, te informo que el cachorrito se murió (sí, lo maté). No tuve ni tiempo de ponerle nombre.  Si te preguntas por qué me dejaron, te cuento también que para esa época me “cuidaba” mi abuela Herrera, pero la viejita estaba muy enferma y cansada para supervisarme, así que era más autocuidado que cualquier cosa.


Recuerdo con bastante claridad el incidente, porque aparte del trauma que me produjo ser la asesina de mi propia mascota, no se me olvida el tacto con el que mis padres trataron el asunto. No querían que me sintiera mal, no me reprocharon nada, no me castigaron. Por esa situación, no. Después de eso, vendrían muchos perritos remojados: metidas de pata producto de mis propias decisiones. Y de eso quiero hablarte hoy. Tengamos cinco o cuarenta años, las decisiones que tomamos afectan el curso de las cosas que suceden a nuestro alrededor. Si bien yo no tenía la mínima intención de matar al cachorrito, así pasó. Esa madurez para asumir las consecuencias de mis acciones, esa responsabilidad, eso que inglés llamamos accountability, que se traduce como “hacerse cargo de”, esa actitud es necesaria para la vida de un padre especial, y del ser humano más básico.


Me siento fascinada por la fuerza de voluntad de Ella. Puedo tratar de que se coma la papilla más cremosa que te puedes imaginar, y si no quiere, pues no lo hará. Viene la abuela y le da la sopa con los toletes de zanahoria y la zángana se los come sin chistar, sin llorar y con gusto. Esa capacidad de decisión con la que nacemos todos los seres humanos va ligada a otra que paradójicamente pretende desligarnos de esa accountability: escurrirse el bulto. Y en esas en la que sólo le echamos la culpa a los otros, se nos va la vida, sin asumir, sin madurar, sin resolver.



Te he dicho que mi hija tiene una lesión cerebral por un parto dilatado. Sí, fue descuido del obstetra. Pero semanas antes, había tenido algunos encuentros con este obstetra que me pudieron haber hecho considerar buscar otro especialista y consultar. No lo hice, y lo asumo. Esa fue mi decisión. Hay cosas que no podemos controlar, pero hay otras que sí.  Y a ese punto debemos llegar: si la realidad que te aflige es producto de tus decisiones, no debes buscar culpables más allá del espejo en el que te miras. Escogemos a nuestro cónyuge, renunciamos al trabajo, nos mudamos, abandonamos carreras, dejamos de alimentar relaciones, decimos palabras, rechazamos oportunidades, nos apegamos a personas incorrectas, invertimos mal el dinero, y esas cosas tenemos que asumirlas sin echarle la culpa a más nadie.




Hoy te traje otro limón, es verdad. Pero, no voy a cerrar sin dejarte el papelón que endulza esto. La razón principal por la que tomamos decisiones equivocadas, es porque hemos hecho de nosotros mismos el centro de nuestras vidas. El YO gobernando fue  la causa por la que Adán y Eva fueron expulsados del jardín. Toca ahora decidir si le agregas a tu limonada algo de Mi Ingrediente Secreto. Si la embarraste, asúmelo, pero no te quedes en esa: diseña un plan. En mi opinión, ese plan va a ser exitoso sólo si incorporas a tu Creador en tus decisiones. Unos cachorros remojados afectan más que otros, pero de algo estoy segura: fuimos diseñados para ser exitosos, pero para disfrutar del diseño, debemos estar alineados a la Voluntad del Diseñador. 

viernes, 14 de octubre de 2016

La Bajaíta




No sé si esta expresión se utiliza en otras partes de Latinoamérica. En Venezuela la bajaíta (variación de la bajadita) es un punto de debilidad al que llegará un agresor, y en el que estará accesible para que nosotros ejecutemos venganza sobre él. Por ejemplo, tu hijo adolescente no te quiso acompañar a hacer una compra. No importa, después lo agarras en la bajaíta. Muy probablemente en cualquier otro momento, él va a querer, no sé, ir a casa de los panas, o unos reales para comprarse equis cosa.  Y allí: ¡zaz! Te vengas (Muajajajajajajajajajajaja). Pero,  ¿será la venganza algo válido?


En nuestro afán de justicia propia queremos auto gratificarnos castigando a quien consideramos ha fallado. ¡Ojo! No quiere decir esto que no creo en el castigo a los hijos. Hago el paréntesis y te aclaro que esta bloguera es fiel seguidora de las enseñanzas de James Dobson y férrea opositora de los postulados de la nueva “crianza respetuosa” (un día te explicaré a detalle por qué).  Las cosas injustas suceden a diario, y en todas partes. La injusticia es inherente a la condición de pecado del hombre. Así como nos han hecho cosas injustas,  nosotros en alguna ocasión hemos hecho lo injusto también, de manera que otros también nos han querido tener en la bajaíta.



Siempre habrá cosas que consideraremos injustas. Es injusto que el doctor que atendió mi embarazo ande por allí campante y no pague por causar la lesión cerebral de mi hija (y quién sabe de cuántos niños más). Es injusto que le dieran el puesto a otro menos calificado que tú, y para remate le pagan más. No es justo que esa tipa tan fea que te quitara el novio. Es injusto que el policía te decomisara una bolsa de comida, sólo porque así le dio la gana. Pero, debemos tener cuidado de nuestras actitudes ante esto. Porque mientras no logramos controlar lo que otros nos hacen, sí podemos decidir cómo reaccionaremos. Esperar la bajaíta  implica llevar cuenta de las ofensas, rememorar lo maluco y planificar la acción que más dolor inflija. Conclusión: es albergar rencor.


El rencor es tan dañino que ha acabado naciones enteras. Alguien dolido que lame su herida, y tiene su sufrimiento como mascota puede causar grandes daños. Y bueno, quizá tú digas que tu rencor no es tan grande, sólo tienes uno tamaño bonsái. Pero el rencor, grande o pequeño, no puede jamás causarte beneficio. Joyce Meyer dice que tener rencor es como apretar un carbón encendido esperando causarle dolor. Mientras la mano sufre daños, el carbón sigue siendo carbón. No tiene sentido causarnos daño, sin necesidad.  Y aunque nuestra sociedad nos enseña a pagar mal por mal, nuestro Maestro dejó un mandamiento superior: ama a tu enemigo, no te vengues.




Una de las cosas más hermosas que he aprendido de Ella es la capacidad para pasar la página. Ella puede estar sufriendo por algo, pero rápidamente se recupera. Tiene memoria, porque nos lo ha probado, pero no vemos en ella una actitud de retaliación. Su noble corazón es muestra de lo que debemos hacer ante el dolor causado por la injusticia: no permitir que haga nidos. Como siempre te digo, los limones de la vida son necesarios, fortalecen el carácter y nos abren los ojos a una realidad más amplia. Endulza tu limonada con el papelón del perdón. Para entenderlo mejor, debes siempre comprender en qué consiste mi ingrediente secreto.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Camarones Invisibles



¿Recuerdas esa comiquita en la que un hombre halla una rana talentosa,  con una voz de tenor y excelentes habilidades para el baile? Podrás también recordar que cuando el hombre arma el espectáculo, la muérgana no hace nada. Nos pasa con nuestros hijos especiales. Los vemos hacer algún avance en cierto momento y cuando vamos a tomar la foto, grabar el video o mostrarlo a los demás, no hay manera de hacerlo. El chamo, simplemente no lo hace. En este momento te estás riendo conmigo y recordando todos los momentos que ha sucedido. Porque es que ha pasado muchas veces.


Hace unas semanas tuvimos la bendición de conseguir unos camarones en 2.500 Bs el kilo. Pues, tomé una porción para un arroz especial que iba a preparar. Y lo preparé. Pero cuando le serví el arroz a mi esposo: no se veían los camarones. Sin embargo, no tomó trabajo que me creyera, porque aunque los camarones no eran visibles, el arroz sí sabía a camarón. La evidencia era el sabor. Y bueno, quizá ya te fastidien mis temas gastronómicos, pero no dejo de asociar esas cosas con mi realidad particular. Ella está cansada de “hacerme quedar mal” ante otros. Si eres de mi gremio, me comprendes perfectamente.


Hubo un día en que me cansé. Es decir, decidí dejar de intentarlo. ¿Intentar qué? Probar lo que Ella hacía o no hacía. Todavía a los 5 años me consigo terapeutas que me dicen: “tiene que mejorar el control cefálico”. Es que con toda la experiencia que tienen, no terminan de entender que estos ángeles nuestros tienen tanta o más voluntad que un niño típico, y en ciertos momentos y ciertos contextos, no les da la gana de colaborar o “probar” un carrizo. La esencia de esto es que no están interesados en impresionar. Ellos son quienes son, y ya. Por cierto, mi hija ha empezado a sentarse sin apoyo posterior, usando sólo sus brazos  y lo hace muy bien. No tienes que ser terapeuta para entender que para hacer eso, la cabeza no puede guindarte.



Y bueno, hasta allí la discusión ontogenética.  No quiero hablar de ranas, o hijos que nos dejan mal parados. El meollo de mi porción de guarapo de hoy tiene que ver con el hecho de no darnos mala vida con las cosas que sabemos que están, aunque no todos puedan verlas. Y es que más que las destrezas que nuestros hijos puedan desarrollar, nosotros como padres también tenemos nuestros camarones invisibles. Son cosas que no son del todo tangibles, pero que están. El camarón de la sensibilidad, el camarón de la comprensión, el camarón de la preocupación por el bienestar del otro, el camarón del agradecimiento por las cosas pequeñas y muchos otros que no cabrían en esta cuartilla.





Estas cosas no se ven como un rasgo físico, o una prenda que llevemos puesta.  Son marcas del alma. Cuando otros se acercan pueden sentir el olor a comida del mar. Esta mafia de paternidad especial te tatúa la mente, y no puedes ser nunca más el mismo. Hace unas semanas conversé con un papá que me dijo: “No cambio a mi hijo por nada”. No puedo estar más de acuerdo. Los padres especiales fuimos premiados con un pedacito de cielo en la casa. Es difícil expresar con palabras lo que la vida nos ha enseñado en este transitar atípico. Pero te puedo asegurar, aunque los camarones no se vean, allí están. 

viernes, 16 de septiembre de 2016

Manzanas de Oro




Con el pasar de los años me he vuelto una persona reclusiva. Me gusta estar en mi casa, y así lo prefiero. Salgo a pocas cosas: comprar cosas básicas, pasear a mis hijos, ir a la iglesia y ocasionalmente una que otra visita. Sin embargo, en esos pocos momentos que salgo puedo observar el alto nivel de conflictividad que hay en la calle. Las causas son múltiples, y no pretendo discutirlas aquí. Pero no negaré que es preocupante lo que vemos. Mi esposo dice que es el hambre que tiene a la gente de mal humor. Maslow ya nos dijo qué pasa cuando las personas no tienen resueltas sus necesidades básicas.



Ya no voy a la jungla con la misma frecuencia debido a compromisos laborales, pero la semana pasada me tocó. Señores, el Metro de Caracas es un criadero de camorras. Ese mismo día fui testigo de al menos 4 discusiones en un rango de 12 estaciones (una de ellas de una chica de unos 25 años le gritaba a una doñita de unos 70). Incluso, ese mismo día antes de salir del terminal de mi ciudad de residencia, hubo un conflicto en la cola por que según los que estaban delante “estaban cansados de discapacitados”. ¿A dónde se nos fue la cordialidad? Eso tampoco lo voy a discutir porque me podré política y algunos me odiarán. De regreso, un operador del Metro quiso hacerme parte de la jugada y me dio una instrucción con tono regaño por algo improcedente. Yo, reconozco que el asunto me molestó y lo puse en su lugar.


Ese viaje me hizo tomar una decisión: necesito mucha sabiduría para responder ante todo como conviene. El gran sabio Salomón escribió: "Manzanas de oro con engastes de plata es la palabra dicha como conviene." Léeme bien: no estoy diciendo que te pongas de alfombra, estoy diciendo que no todas las formas de responder a una situación son convenientes. Estoy diciendo también que a veces es preferible el silencio. Y que esa actitud de “no calarte nada” daña tu vida y la de la gente a tu alrededor. Por eso quiere hacerte saber tres cosas al respecto:


  1. Las actitudes se contagian. Si pasas tiempo con alguien que se queja y no te haces consciente de ellos, serás también un quejón. Si andas con un peleón, te vas a poner a pelear también. Me dirás: “bueno, pero ¿cómo carrizo hago?”. Es fácil: se tú el huésped de otra actitud y contagia a tu entorno de eso.                                                                                                                             
  2. Todo empieza en tu mente. Hace unos meses descubrí las enseñanzas de la Dra. Caroline Leaf. Esta tocaya surafricana es una genio de la neurociencia y la Biblia, y dice que tu mente cambia tu cerebro y tu estructura genética. Necesitas hacer el hábito mental de decidir con antelación y en frío cómo vas a responder. Porque la verdad es que todo puede salir mal, pero puedes decidir en tu mente cómo actuarás.                                                                                                              
  3. No sólo se responde con las palabras. Nuestras actitudes y lenguaje corporal hablan. A veces, no le respondes al otro como quieres, pero la pagas con tu hijo, o con el cónyuge. Elige (porque sí se puede) cómo vas a responder. Y desarrolla la costumbre de hacer lo conveniente, no lo primero que te pasó por la cabeza.                                                                                                   
  4. Se vale defender lo tuyo. En ningún momento te estoy sugiriendo que te quedes con los brazos cruzados. Sólo que selecciones la forma más conveniente de hacer saber tu molestia y canalizarla. Hace días compré unos granos con gorgojos. Me sentí completamente estafada. Regresé al establecimiento y logré una solución pacífica.




Así que ante tanta locura, el papelón de una palabra o una actitud convenientes pueden hacer la diferencia en la limonada agria de alguien. Las oportunidades son infinitas: una cola (en la panadería, cajero, supermercado, etc.), en una oficina pública, en un centro de salud, en el colegio de tu hijo o en tu universidad. Todos los días tenemos el chance de ser papelón o limón. Podemos elegir.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Huevos Ajenos



Hace algunos días caminaba por la calle, e iba delante de mí un joven de unos 25 años con medio cartón de huevos en una bolsa. Este joven balanceaba la bolsa hacia delante y hacia atrás, cual péndulo de reloj. Cuando vi el asunto me horroricé, te confieso. A mí me enseñaron a llevar los huevos con sumo cuidado. Además, odio llegar a la casa y conseguir huevos partidos. Pero, a este chico no lo enseñaron ni mi mamá, ni mi abuela, ni mi tía La Negra. Estuve tentada por unos segundos a instruirlo, pero por alguna razón me cohibí. Pensé: son huevos ajenos.

Los latinos somos culturalmente entrometidos, como te comenté en mi artículo sobre los opinólogos. Pero a medida que maduro, me convenzo que hay cosas que no son problema mío, y sobre las cuales es inútil preocuparse. No estoy haciendo con esto una apología a la indiferencia. Mi punto es que en la vida necesitamos respetar las decisiones, formas y opiniones de otros, y estas no pueden amargarnos la existencia. Quizá el chamo de los huevos iba preparando su tortilla de una vez, o de repente la mujer lo iba a insultar cuando viera sus casi 2 mil bolos con las yemas rotas. Pero eso era asunto del acarriador, y no mío.

¿Y qué tiene que ver todo este lío con la paternidad especial? Todo o nada. Depende como quieras verlo. Lo que básicamente quiero expresar es que ya lidiamos con suficiente presión interna y externa, por lo que no vale la pena añadirse angustias innecesarias. Por eso quiero motivarte a que revises qué pensamientos te restan energía, y ver cuáles son preocupaciones legítimas, inherentes a ti y a tu contexto. Lo que no sea, pues tienes que aprender a dejarlo en manos del responsable. Insisto: eso no significa que sólo tienes que preocuparte por lo tuyo y que los demás se frieguen.




Allí es cuando vengo a lo segundo. Hay una línea delgada entre la entrepitura y la ayuda genuina. ¿Cómo distinguirla? Pues creo que las respuestas son múltiples, pero todo consiste en confiar en tu propia intuición. Es posible que si yo le hubiese dicho algo al chico de los huevos me hubiese mirado mal, o respondido algo como: “Yo llevo los huevos como quiera”. O, tal vez me hubiese dado las gracias, no lo sé y no lo sabré. Quizá yo soy súper dramática y mi manera sobreprotectora de llevar los huevos no tiene sentido. No sé. Todo depende.

Lo más importante aquí es nuestra actitud. ¿Queremos imponer nuestro criterio al “ayudar”? ¿Creo que mi forma de ver las cosas es la verdad? ¿Estoy dispuesta a respetar la elección del otro sobre sus propias cosas? Esto es aplicable hasta dentro de las mismas familias. A veces la mejor manera de ayudar es dejando que el otro haga las cosas a su manera. Total, a nosotros nos gusta hacerlas a la nuestra. Esa es la esencia del hombre: la libertad de elegir.




El guarapo que yo hago es mío. Quizá tú le pones un twist de piña fermentada, y otro le pone naranja. Yo le pongo azúcar, aunque ya tiene papelón, pero otros lo dejan sólo así. Todos estamos haciendo nuestro papelón con limón. Puedes darle aplicación a tu paternidad, pero esto es un principio de aplicación universal: respetar las decisiones de otros, es clave para la convivencia. Si dejas que cada quien se ocupe de sus huevos, vas a tener más tranquilidad, creéme.

viernes, 12 de agosto de 2016

Almohada de Piedras



Ella ya no cabe en su coche. Es que ya tiene 5 años. El pobre coche ha soportado años de pesos y viajes, aperturas y cierres, golpes, sucio, etc. Hace un año compramos un coche Tiger, de esos que tienen apariencia de silla de ruedas. Fue una verdadera bendición que lográramos adquirirlo. No es un Special Tomato (valga la cuña) pero es algo súper funcional y muy bien hecho. Todo el conflicto es uno solo: parece una silla de ruedas. Entiéndanme, no es desagradecimiento, es que uno no quiere ver a sus hijos así. Sin embargo, tal como lo dijo mi esposo cuando llegamos con él a la casa: es una almohada de piedras.


Nos ha tocado ser muy pragmáticos. Para algunos a nuestro alrededor ver a la niña sentada allí fue algo impresionante. De hecho, hace unos domingos en la iglesia, un niño me dijo: “¿Y esa silla de ruedas?” Te confieso, sentí un golpe al corazón. Pero luego la veo a Ella tan cómoda y contenta, que comencé a pensar que no se trata de lo que la gente considera, sino lo que es mejor para la niña, eso nos basta. En ese sentido, mi consejo universal: criterio propio. Tú como padre eres quien sabe qué es lo mejor para tu chamo, y estás obligado con él a usar los recursos a tu mano para ayudarle. Pero no es tan fácil, ¿verdad?


Cuando Jacob el chanchullero huía de la furia de su hermano a quien le robó la primogenitura, paró en un sitio a dormir y usó una piedra como cabecera. Esa noche tuvo un sueño revelador y Dios le dijo qué sería de su vida. Es paradójico. Una situación incómoda como escenario para una experiencia divina. Pero es así, pues. Cada cosa que vivimos con nuestra hija es una maravillosa forma de experimentar la inmensa bondad de Dios para con nosotros. Y no puedo dar tributo a ninguna otra cosa, porque es Él quien lo ha hecho todo posible. Así que he llegado al punto de preguntarme qué vio en mi para darme el privilegio de cohabitar con uno de sus ángeles y encomendarme cuidarle.



Cuando la realidad de tus circunstancias difíciles te abruma, recuerda que hay algo más allá de lo aparente y presente. La dificultad es una semilla que rinde en frutos inimaginables. Los papás especiales vivimos en función a nuestros chamos y sus necesidades: dieta, medicinas, citas, terapias, aparatos y más. Eso puede producir cansancio, frustración e incertidumbre. Pero si vemos bien de cerca, hay cosas más valiosas desarrollándose en lo que el gran apóstol Pablo llama “el hombre interior”. Los diversos limones que nos tocan, productos de los golpes de la vida, esos que no buscamos, no son para derribarnos, no son para amargarnos la existencia, son para acercarnos más a Él.



Nuestras múltiples almohadas de piedras son excelentes excusas para Dios decirnos: “Hey, estoy aquí”. Y esa presencia de Dios lo que trae como consecuencia es que no seamos ya lo mismos. Nadie puede estar cercade él y quedar igual. Lo necesitas para tu papelón con limón.

viernes, 24 de junio de 2016

Trampa Sutil



Una de las cosas más evidentes en nuestra sociedad actual es la insana polarización. Estamos en un extremo y otro, sin lograr un equilibrio relativamente aceptable. Esto, en mi opinión, afecta nuestra psique y nos confina a vivir enmarañados en paradigmas que nos roban las cosas buenas de la vida. Como la honestidad es mi política, no te voy a decir que esto no me afecta. Tengo posturas radicales hacia ciertas cosas, y no negaré que me hallo en algún polo, o polos.

Por ejemplo, la semana pasada que jugó Venezuela con México, me alegré muchísmo con el gol de Sema. ¿Quién no, pues? Disfruté mi momento Vinotinto. Luego el mexicano metió el gol, y bueno…ya sabemos. Quedamos cuadrados con Argentina y ese fue el final de la Copa para nosotros. En el momento que veía el partido, estaba revisando el twitter. Vi la noticia de una señora que falleció cruzando el río Táchira para buscar medicinas en Colombia. ¿Ves el contraste? Es difícil manejarlo. Pero la trampa está en un discurso que se vende mucho por allí: está prohibido sentirse bien. Necesitas arrastrarte en la miseria de la vida para estar a tono con la situación de país. 



No te lo dicen de frente, pero ciertos factores quieren siempre hacernos sentir mal, y no se sienten cómodos con la satisfacción de otros a pesar de. A veces somos nosotros mismos que nos spoileamos el momento. Fíjate lo que me pasó hace unos días. Se fue la luz (O sea, no vivo en Caracas) y tuve que parar lo que hacía. Aproveché el momento de jugar con mi hijito, C.J. Comencé a corretearlo. Él se reía a carcajadas y corría. En eso volteé y allí estaba Ella en su silla. También se reía, estaba viéndonos jugar. En ese momento vino a mi una tristeza. No quería que nos viera, quería que jugara con nosotros. Pero ese no es el tipo de juegos que ella puede jugar con nosotros ahorita.


De manera que luego de contarle el asunto a mi esposo, y que él me levantara un poco el ánimo, activé mi lista de acción de gracias. No está mal entristecerme por la discapacidad de mi hija, pero es mucho mejor apreciar sus capacidades. Ella nos pudo ver, nos pudo oir y se rió. Son cosas tres que se dan por sentado, pero los padres de niños con diversidad funcional sabemos que no es así de "fácil" para todos. Así que no es posible hacer papelón con limón si sólo nos aferramos a lo ácido. Lo ácido es innegable, y no se puede ignorar. El dolor es parte de la vida.

Me preocupa ver tantos mensajes en las redes que nos incitan a la queja y al desprecio. Y lejos de parecer conformista (no lo soy), quiero es motivarte a no enredarte en la trampa de sentirte mal perennemente. Muy contrario a lo que se nos enseña, sí se puede domar el alma, sí podemos sentirnos bien, si sólo decidimos hacerlo. Es horrible hacer una cola para no comprar nada, es horrible no tener pañales para nuestros chamos, es espantoso que las cosas más mínimas se hagan tan cuesta arriba. Pero no dejes que nada de eso condicione tu felicidad. Puedes conmoverte por los niños que están muriendo de desnutrición (confieso que he llorado estos días al ver las notas informativas de estos casos), pero eso no me va a impedir comerme la arepa que Dios me dio. Y mientras esas cosas pasan, busco en mi entorno más inmediato algo que hacer para aportar. 




Si te parezco melosa, o excesivamente optimista, haz la prueba. Ve qué es más conveniente. Intenta pasar un día con una actitud de ánimo y esperanza, y ve cómo tu energía se multiplica. Ve como tu perspectiva de las cosas cambia, ve como te haces más tolerante y agradecido. Esa misma actitud puedes contagiarla. La trampa consiste en encerrarnos en un ciclo interminable de insatisfacción, que no nos permite valorar lo que sí hay. Y eso no te hará menos sensible en absoluto. Pareciera ser que la única forma de sentir compasión, según estas maneras es tirarse a morir de la rabia y la tristeza todo el día. No hay beneficio en la desesperanza. Sin papelón, lo que hay es un jugo maluco. De eso se trata.

viernes, 10 de junio de 2016

Pabellón de Frijoles



Hace algunos sábados fui a comprar empanadas a la lunchería justo a la esquina de mi casa. Como eran casi las 10 de la mañana, ya no habían los rellenos tradicionales; quedaban de salchicha, perico y pabellón de frijoles. Sí, pabellón de frijoles. ¿Eso existe? Pues en mi opinión, no. El portugués está tratando de satisfacer la demanda sustituyendo un grano por otro; al fin y al cabo se puede comer carne con frijol y una tajada, pero mi queridísimo Joao: el pabellón es con caraotas (y negras).


He estado dando vueltas y vueltas acerca de esto. No, esta entrada no es acerca de la gastronomía criolla y como la crisis la afecta. He estado semanas en una lucha campal entre mis emociones y mi fe. He querido hacer pabellón con frijoles, pero es que eso no se hace así. Una vez te dije que la resignación es la excusa para los que se rinden, y yo no soy de esas. Pero de pana, ganas no faltan a veces. Y por esa razón no he escrito. Porque no quiero hundirte con mis penas. Esto es para empujar, para darte una palmada que te impulse a seguir. Sin embargo, veo tantas marañas que no he sabido por dónde iniciar y no se sabido si valdría la pena escribir.





De manera que aquí estoy. Odio reflejarme ante ti como incólume ante todo lo que nos ocurre como país, como papás especiales, como mujeres, como hijas. Esta semana tuve violín. Los apagones me alteran mi rutina como no tienes idea; así programados y todo. Y lucho, peleo, combato contra el enojo. Los coléricos somos enojones. Yo confieso estarlo. Lo reconozco porque quiero superar esta prueba, y para hacerlo el paso uno es asumir mi condición interna. Espero que me entiendas. No es un enojo en el que le grito a todo el mundo, es una procesión que llevo por dentro. ¿Por qué? Pues ya te dije que no voy a darte mis mil motivos.


El hecho es que los frijoles no sirven para el pabellón. Puedes comértelos, pero no puedes llamar a ese plato pabellón. El enojo, la tristeza, la desesperanza, la trampa, la envidia, el chanchullo, el bachaqueo, la queja, la camorra, la maledicencia, el egoísmo, el pesimismo, y todas esas cosas que están accesibles en nuestra atmósfera venezolana, no pueden ser beneficiosos. Sólo acarrean maldición. Sí, maldición. Fuerte palabra, pero no tienes que ser pitoniso para ver alrededor y decirme en qué condición estamos como país. Y si no me crees, ve a la Biblia y lee Deuteronomio 28.



Sin embargo, de la misma forma como he aprendido a disfrutar a Ella, aprenderé a sobrellevar este trago amargo (que también pasará-no tengo la menor duda). Los padres especiales somos una estirpe todo terreno, y bastante guamazo hemos llevado como para dejar que las decisiones e indecisiones de un bigotón nos haga la existencia desagradable. Respiramos y agarramos impulso. Estamos haciendo papelón con limón, y aunque el papelón está escaso y caro, de alguna forma haremos que esto funcione. No nos rendimos, no desistimos.


No quiero cerrar esto sin recordarte algo. Nadie puede ser diferente sin acercarse al que verdaderamente hace Nuevo al Hombre.   No se puede hacer pabellón con frijoles.

viernes, 13 de mayo de 2016

María



Es un hecho que lo somos es el resultado de años de influencias de personas a nuestra alrededor. La influencia más grande de mi vida ha sido la de María. Como no soy idealista, no te diré que es perfecta, y que jamás ha tenido sus malos ratos. María es una persona, no un robot.  Quienes la conocen bien, y no se dejan intimidar por su cara seria o por la ocasional tosquedad de sus palabras, saben que en esa señora hay un corazón de oro. Quienes crecimos con ella sabemos que esa “seriedad” que algunos criminalizan es algo de ella, como un lunar, o un sexto dedo. No todos somos iguales, pues.

María no es como las demás señoras. Nunca la vi angustiada por comprarse los últimos zapatos a la moda, aunque tuviera para hacerlo; tampoco recuerdo que alguna vez haya cedido a ser otra persona para ajustarse a la solicitud de otro, a no ser que la solicitud viniese de Arriba. Te voy a decir lo que sí he visto. Vi a María partirse el lomo por sus tres hijas: trabajar, cachifear y cumplir con su Iglesia con los mismos niveles de excelencia. La vi ir aquí y allá para resolver situaciones propias y de otros, sin carro y con tres chamas a cuestas. No vi que eso la detuviera para cumplir con sus misiones. La vi descansar poco, y esforzarse mucho. Todavía la veo.


También tengo muy fresco el recuerdo de María comprando Biblias para regalar. Ella ama la Biblia. La recuerdo horas y horas leyéndola. En nuestras conversaciones frecuentes no deja de surgir el tema. Ella me enseñó a amarla. Así que como dos comadres que hablan de la novela, ella y yo discutimos pasajes de un Libro Vivo que tenemos años leyendo y no deja de sorprendernos y enseñarnos. María me ha legado grandes herencias: ejemplo y amor por Dios. Los que estamos cerca de ella hemos podido aprovechar eso al máximo. ¡Qué bendición tener a María de mamá!.




Si te digo la verdad, no sabía que el domingo 8 sería día de las madres, hasta el viernes 6. A mí no me importan esas fechas, y a María tampoco. Pero no está de más tomar ventaja de la ocasión para reflexionar sobre el privilegio de la maternidad. Es una responsabilidad también. Quizá ser hija de María me preparó para ser la mamá de Ella. Quizá María ha sido así, para ser la abuela que Ella necesita. Esta señora ha tenido muchísimos limones en su vida, y allí está paradita. Así que mientras algunos se empeñan en hacerla sentir mal por ser ella misma, yo gritaré a los cuatro vientos: ¡Estoy orgullosa de ti!


Te amo, mamá.

viernes, 8 de abril de 2016

Lecciones de Oro

Como te conté la semana pasada, este mes es el cumpleaños de mi hija. He tomado este mes para compartir algunas cosas que surgieron los años anteriores. Hoy publico lo que fue mi primer escrito acerca de Ella. Era la víspera de su segundo cumpleaños. Espero que lo disfrutes.




Sólo puedo hablar de ser mamá de una niña especial, porque hasta ahora no tengo referencia de otro tipo de maternidad, ella es mi única hija. Ella ha sido una aventura. Mi mamá, abuela, tía y pastora han sido las grandes maestras de mi vida, pero hasta ahora, Ella les gana a todas ellas. A más de 700 días de ser su mamá tengo en mi haber lecciones de valor incalculable, y es que más que por su condición, Ella es una niña muy especial, porque es MI niña. Dios necesitaba transformarme. Y de ninguna manera  creo que su condición sea un castigo!!! Todo esto ha sido una excusa perfecta para Él mostrar su Gloria de muchísimas maneras. Aquí enumero algunas lecciones que ella me da:                                   
  • Ella me enseña a ser feliz. Ella no dice mucho y tiene limitaciones físicas y mentales, pero hay algo que siempre hace: sonríe. Ella se siente bien así, a pesar de ella misma. No tiene complejos, no se siente menos. No está esperando alcanzar metas o tener cosas para estar satisfecha.                                                                                                                                          
  • Ella me enseña a buscar siempre lo positivo de todo. Podría hacer una lista de cosas que no ha logrado hacer teniendo dos años de edad, pero ella me he enseñado a hacer listas de todas las cosas que ha logrado aprender luego de haber sufrido lesiones en su cerebro y ocho meses de convulsiones agresivas.                                                                                                               
  • Ella me enseña a caminar la milla extra. Año y medio de  terapias ininterrumpidas, exámenes, consultas, trasnochos, y demás, Ella siempre saca fuerzas para hacer lo que debe. La palabra “discapacidad” es sólo un protocolo para diferenciarla (en ocasiones), pero ellas ha podido con harta cosas.                                                                                                                     
  • Ella me enseña a no resignarme. Porque la resignación es sólo una excusa para los que se rinden. Sé hoy que su cerebro es capaz de sorprendernos, porque lo hace a diario. Ella me enseña que la ciencia dice algunas  cosas, pero no son absolutas y definitivas, por lo tanto wikipedia no tiene toda la razón.                                                                                                       
  • Ella me enseña que lo perfecto no necesariamente se ajusta a mis parámetros. Ella es diferente, yo lo sé; por eso, hace las cosas en su propio ritmo. Ella ha roto los moldes de mi estricta cabeza y me ha hecho entender que a veces las cosas no se hacen de la misma forma e igual salen chévere.                                                                                                                          
  • Ella me enseña a vivir un día a la vez. Cuando supe su diagnóstico, sólo podía preocuparme por su futuro, hoy puedo confiar en Dios. No sé cómo resultará todo esto, pero hasta ahora lo he comprobado: si Él está con nosotros, todo va a salir muy bien.                                                   
  • Ella me enseña que lo que vemos es temporal. Algún día, los que hemos creído en Cristo y le seguimos, seremos resucitados a un cuerpo incorruptible y ninguna de estos síndromes y enfermedades estarán. Seremos como aquellos que fueron plantados en el jardín.                                                                                                                                                                                                                         

Y, como diría el escritor de Hebreos, “qué más puedo decir”. Ella me enseña a amar lo pequeño, lo sencillo, lo que a nadie le interesa. Ella ha hecho sacar lo mejor y lo peor de mí. Ella encarna la ternura divina. Ella es mi ángel de mazapán.

viernes, 1 de abril de 2016

No me lo Dijeron

Este es el mes en el que cumple años mi nena. Lo tomaré para compartir algunas cosas que surgieron por estos días los años anteriores. Este escrito lo compartí el año pasado en mi muro de Facebook. Lo he reeditado para publicarlo nuevamente, esta vez por aquí. Espero que les guste.


En el verano de 2004 (cabe destacar que me refiero al período académico, no a la estación climática) tuve la dicha de ver Currículo con la profesora Frida Richter. Me encantó la experiencia. Aprendí más de filosofía, psicología y gerencia en esas 10 semanas que en los 3 semestres que ya había estudiado con materias de esas áreas. Una de las enseñanzas más valiosas que obtuve fue un principio de vida. Ella nos dijo que nunca sería excusa “no me lo dijeron”; insistía en que debía haber en nosotros la curiosidad para conseguir la información cuando había un genuino interés.


Sin embargo, me pasó. Mucho de lo que padece hoy Ella es producto de lo que los doctores no me dijeron. Ellos no me dijeron que Edén tuvo sufrimiento fetal al nacer, que era una niña de alto riesgo por tener bajo peso, que la succión deprimida era reflejo de algún daño cerebral, y que por esa y otras razones, ella debía ser vista por varios especialistas. Eso me tocó aprenderlo ante las circunstancias que me abrumaron y desde luego, me incentivaron a interesarme.


Después de visitar especialistas y pasar por las traumáticas consultas con diagnósticos desagradables, éstos no me dijeron que entraría a una escuela de cocteles de paciencia con sorpresas. No me dijeron que los niños especiales no son diferentes por sus limitaciones, sino por la increíble capacidad interna que tienen para luchar contra ellas. Tampoco me dijeron que tener un hijo especial es una prueba de fuego para un matrimonio: o lo cohesiona más, o lo quema. En nuestro caso, ha pasado lo primero, gracias a Dios; aunque no niego que ha pegado calor de vez en cuando.


Nunca fui informada sobre las transformaciones que sufrirían mis perspectivas de las cosas. Además, no tuvieron la decencia de comentarme que cuando hay una Ella en medio de la familia, todos ponen de lado sus diferencias e intereses personales para interesarse en su bienestar. Se les olvidó contarme que todos los logros son motivos para festejar, y estos no se jerarquizan: la ingesta completa de la comida, la realización correcta de un ejercicio, una palabra nueva, la respuesta ante un comando, la superación de una aversión, la desaparición de la epilepsia, la disminución del calibre de los cristales de los lentes, o incluso un pañal sucio después de varios días de estreñimiento.


Nadie me dijo que en este difícil camino es posible ser feliz, porque los que creemos en Cristo sabemos que las aflicciones terrenales no son comparables con la Gloria que Él ha de manifestar. Adicionalmente a eso, no me dijeron que los padres de los niños especiales no vemos a nuestros hijos con una escala de lo que hacen o no hacen, los vemos y amamos por lo que son: nuestros hijos; y allí tanto “nuestros” como “hijos” tienen un peso individual y en conjunto.


No me dijeron que sería capaz de albergar en mi corazón un profundo amor que día a día se expande. No me dijeron que vería en mi hija la esencia del amor del Padre: un Amor “porque sí”. No me dijeron que aún en medio de días grises, mi Ella iba a iluminarme con su usual sonrisa. No me dijeron que podía sentirme orgullosa de una hija con discapacidad, porque lastimosamente en esta sociedad, se nos enseña que eso es un motivo para sentir vergüenza. Tampoco me dijeron que cuatro años después de su nacimiento celebraría agradecida por cada meta alcanzada, por pequeña que parezca; y que contrario a lo que muchos dicen, agradecer por lo pequeño no es sinónimo de conformismo, es ser verdaderamente agradecido. Y el agradecimiento es el mejor antídoto contra el desaliento (eso sí me lo dijeron hace tiempo).


A pesar de que no me dijeron un montón de cosas, las he aprendido y atesorado. Y sigo aprendiendo.
A casi cinco años de tu llegada a nosotros, hija, te quiero decir que te amo. Eres mi regalo, mi emisaria de la paz en medio de toda esta locura, mi jardín deleitoso y perfecto, mi niña tierna. Creo en un Dios Poderoso que puede seguir haciendo su milagro en ti, y creo en la inmensa capacidad que tienes para trabajar por ese milagro.



Te amo, hija. No es un cliché, es genuino cuando te digo que estoy convencida que es un privilegio ser tu mamá. Gracias por enseñarme a hacer papelón con limón.

jueves, 24 de marzo de 2016

Cruz y Papelón



Ya te conté que con excepción de cumpleaños y aniversarios, todas las fechas son exactamente lo mismo para mí. Sin embargo, no quiero desaprovechar la oportunidad de hablarte de algo que “suena” por ahí estos días: la cruz. Para nosotros los occidentales que tenemos gran influencia cristiana tiene un claro significado, pero mi opinión es que la gran mayoría de nosotros no hemos entendido cuál es la cuestión con eso. Y sí, sí tiene que ver con ser padres especiales, así que el norte de este blog es el mismo. Es que la Cruz tiene que ver con todo.


Vamos a echar el cuento corto: Dios pone al hombre en el huerto, le dice: “chamo, puedes comer de todo, menos de esto”. Él come de eso que Dios le prohibió. El hombre desobedeció y quedó separado de Dios. Eso hizo que todos sus descendientes fuesen herederos de una naturaleza perversa, propensa a la maldad. No sólo eso, hizo que fuésemos objeto de condena, porque recibimos muerte (física y espiritual) Pero no todo quedó allí. Dios tenía una solución. Envió a su Hijo hecho hombre para que viviera como nosotros y recibiera el castigo que tú y yo, y todos los hijos de Adán merecíamos.


¿Y qué tiene que ver eso contigo? Pues, todo. Porque la Cruz tiene el secreto de la Vida Eterna. ¿O es que tú crees que estamos aquí nada más para hacer colas? La Cruz es el puente entre Dios y yo. La Cruz es el mensaje que cambia el mundo. La Cruz concentra en sí el Poder de un Hombre llamado Jesús que la padeció para que nosotros tuviésemos acceso a otro tipo de vida. En la Cruz quedaron clavados la angustia, el dolor, la soledad, la escasez, la vergüenza, la enfermedad, la pobreza, el fracaso, y todas esas cosas feas que vemos que no son más que la consecuencia de nuestro pecado. Eso es la Cruz.


La Cruz es el papelón de mi limón. Allí está anclada mi esperanza. Cuando entendí que mi hija especial también estaba en la mente del Señor Jesús cuando fue a la Cruz por Ella, supe que no había nada de lo que Él no pudiese librarla. Así que mi plena confianza está en el Poder de esas Cruz. Ese poder trasciende el plano físico y me produce paz, seguridad y certeza de que hay algo mejor que lo mis ojos ven. Eso lo hace el poder de la Cruz.



De manera que, así de pana te lo digo. Sin Cruz no hay papelón. El papelón que produce la Cruz es el original. Los demás papelones son copias chimbas que no endulzarán jamás lo suficiente. No nos sirve de nada tener posesiones, muchos amigos, conexiones, dinero, títulos o poder. La Cruz es la llave que nos abre la puerta a la Vida Eterna. Jesús no sólo la padeció, sino que nos invitó a tomar una y seguirle. Eso quiere decir que también nos invita a padecer, porque como dijo el pescador más latino de la Biblia: “ejemplo nos dejó para que sigamos sus pisadas”.


El limón de la vida terrenal y sus vicisitudes sólo halla equilibrio en la Cruz de Jesús.