viernes, 10 de junio de 2016

Pabellón de Frijoles



Hace algunos sábados fui a comprar empanadas a la lunchería justo a la esquina de mi casa. Como eran casi las 10 de la mañana, ya no habían los rellenos tradicionales; quedaban de salchicha, perico y pabellón de frijoles. Sí, pabellón de frijoles. ¿Eso existe? Pues en mi opinión, no. El portugués está tratando de satisfacer la demanda sustituyendo un grano por otro; al fin y al cabo se puede comer carne con frijol y una tajada, pero mi queridísimo Joao: el pabellón es con caraotas (y negras).


He estado dando vueltas y vueltas acerca de esto. No, esta entrada no es acerca de la gastronomía criolla y como la crisis la afecta. He estado semanas en una lucha campal entre mis emociones y mi fe. He querido hacer pabellón con frijoles, pero es que eso no se hace así. Una vez te dije que la resignación es la excusa para los que se rinden, y yo no soy de esas. Pero de pana, ganas no faltan a veces. Y por esa razón no he escrito. Porque no quiero hundirte con mis penas. Esto es para empujar, para darte una palmada que te impulse a seguir. Sin embargo, veo tantas marañas que no he sabido por dónde iniciar y no se sabido si valdría la pena escribir.





De manera que aquí estoy. Odio reflejarme ante ti como incólume ante todo lo que nos ocurre como país, como papás especiales, como mujeres, como hijas. Esta semana tuve violín. Los apagones me alteran mi rutina como no tienes idea; así programados y todo. Y lucho, peleo, combato contra el enojo. Los coléricos somos enojones. Yo confieso estarlo. Lo reconozco porque quiero superar esta prueba, y para hacerlo el paso uno es asumir mi condición interna. Espero que me entiendas. No es un enojo en el que le grito a todo el mundo, es una procesión que llevo por dentro. ¿Por qué? Pues ya te dije que no voy a darte mis mil motivos.


El hecho es que los frijoles no sirven para el pabellón. Puedes comértelos, pero no puedes llamar a ese plato pabellón. El enojo, la tristeza, la desesperanza, la trampa, la envidia, el chanchullo, el bachaqueo, la queja, la camorra, la maledicencia, el egoísmo, el pesimismo, y todas esas cosas que están accesibles en nuestra atmósfera venezolana, no pueden ser beneficiosos. Sólo acarrean maldición. Sí, maldición. Fuerte palabra, pero no tienes que ser pitoniso para ver alrededor y decirme en qué condición estamos como país. Y si no me crees, ve a la Biblia y lee Deuteronomio 28.



Sin embargo, de la misma forma como he aprendido a disfrutar a Ella, aprenderé a sobrellevar este trago amargo (que también pasará-no tengo la menor duda). Los padres especiales somos una estirpe todo terreno, y bastante guamazo hemos llevado como para dejar que las decisiones e indecisiones de un bigotón nos haga la existencia desagradable. Respiramos y agarramos impulso. Estamos haciendo papelón con limón, y aunque el papelón está escaso y caro, de alguna forma haremos que esto funcione. No nos rendimos, no desistimos.


No quiero cerrar esto sin recordarte algo. Nadie puede ser diferente sin acercarse al que verdaderamente hace Nuevo al Hombre.   No se puede hacer pabellón con frijoles.

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