Es un hecho que lo somos es el resultado de años de
influencias de personas a nuestra alrededor. La influencia más grande de mi
vida ha sido la de María. Como no soy idealista, no te diré que es perfecta, y
que jamás ha tenido sus malos ratos. María es una persona, no un robot. Quienes la conocen bien, y no se dejan
intimidar por su cara seria o por la ocasional tosquedad de sus palabras, saben
que en esa señora hay un corazón de oro. Quienes crecimos con ella sabemos que
esa “seriedad” que algunos criminalizan es algo de ella, como un lunar, o un
sexto dedo. No todos somos iguales, pues.
María no es como las demás señoras. Nunca la vi angustiada
por comprarse los últimos zapatos a la moda, aunque tuviera para hacerlo;
tampoco recuerdo que alguna vez haya cedido a ser otra persona para ajustarse a
la solicitud de otro, a no ser que la solicitud viniese de Arriba. Te voy a
decir lo que sí he visto. Vi a María partirse el lomo por sus tres hijas:
trabajar, cachifear y cumplir con su Iglesia con los mismos niveles de
excelencia. La vi ir aquí y allá para resolver situaciones propias y de otros,
sin carro y con tres chamas a cuestas. No vi que eso la detuviera para cumplir
con sus misiones. La vi descansar poco, y esforzarse mucho. Todavía la veo.
También tengo muy fresco el recuerdo de María comprando
Biblias para regalar. Ella ama la Biblia. La recuerdo horas y horas leyéndola.
En nuestras conversaciones frecuentes no deja de surgir el tema. Ella me enseñó
a amarla. Así que como dos comadres que hablan de la novela, ella y yo
discutimos pasajes de un Libro Vivo que tenemos años leyendo y no deja de
sorprendernos y enseñarnos. María me ha legado grandes herencias: ejemplo y
amor por Dios. Los que estamos cerca de ella hemos podido aprovechar eso al
máximo. ¡Qué bendición tener a María de mamá!.
Si te digo la verdad, no sabía que el domingo 8 sería día de
las madres, hasta el viernes 6. A mí no me importan esas fechas, y a María
tampoco. Pero no está de más tomar ventaja de la ocasión para reflexionar sobre
el privilegio de la maternidad. Es una responsabilidad también. Quizá ser hija
de María me preparó para ser la mamá de Ella. Quizá María ha sido así, para ser
la abuela que Ella necesita. Esta señora ha tenido muchísimos limones en su
vida, y allí está paradita. Así que mientras algunos se empeñan en hacerla
sentir mal por ser ella misma, yo gritaré a los cuatro vientos: ¡Estoy
orgullosa de ti!
Te amo, mamá.
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