Una de las cosas más evidentes en nuestra sociedad actual es
la insana polarización. Estamos en un extremo y otro, sin lograr un equilibrio
relativamente aceptable. Esto, en mi opinión, afecta nuestra psique y nos
confina a vivir enmarañados en paradigmas que nos roban las cosas buenas de la
vida. Como la honestidad es mi política, no te voy a decir que esto no me
afecta. Tengo posturas radicales hacia ciertas cosas, y no negaré que me hallo
en algún polo, o polos.
Por ejemplo, la semana pasada que jugó Venezuela con México,
me alegré muchísmo con el gol de Sema. ¿Quién no, pues? Disfruté mi momento
Vinotinto. Luego el mexicano metió el gol, y bueno…ya sabemos. Quedamos
cuadrados con Argentina y ese fue el final de la Copa para nosotros. En el
momento que veía el partido, estaba revisando el twitter. Vi la noticia de una
señora que falleció cruzando el río Táchira para buscar medicinas en Colombia.
¿Ves el contraste? Es difícil manejarlo. Pero la trampa está en un discurso que
se vende mucho por allí: está prohibido sentirse bien. Necesitas arrastrarte en la miseria de la vida para estar a tono con la situación de país.
No te lo dicen de frente, pero ciertos factores quieren
siempre hacernos sentir mal, y no se sienten cómodos con la satisfacción de
otros a pesar de. A veces somos nosotros mismos que nos spoileamos el momento.
Fíjate lo que me pasó hace unos días. Se fue la luz (O sea, no vivo en Caracas)
y tuve que parar lo que hacía. Aproveché el momento de jugar con mi hijito,
C.J. Comencé a corretearlo. Él se reía a carcajadas y corría. En eso volteé y
allí estaba Ella en su silla. También se reía, estaba viéndonos jugar. En ese
momento vino a mi una tristeza. No quería que nos viera, quería que jugara con
nosotros. Pero ese no es el tipo de juegos que ella puede jugar con nosotros ahorita.
De manera que luego de contarle el asunto a mi esposo, y que
él me levantara un poco el ánimo, activé mi lista de acción de gracias. No está
mal entristecerme por la discapacidad de mi hija, pero es mucho mejor apreciar
sus capacidades. Ella nos pudo ver, nos pudo oir y se rió. Son cosas tres que
se dan por sentado, pero los padres de niños con diversidad funcional sabemos
que no es así de "fácil" para todos. Así que no es posible hacer papelón con limón si sólo
nos aferramos a lo ácido. Lo ácido es innegable, y no se puede ignorar. El
dolor es parte de la vida.
Me preocupa ver tantos mensajes en las redes que nos incitan
a la queja y al desprecio. Y lejos de parecer conformista (no lo soy), quiero
es motivarte a no enredarte en la trampa de sentirte mal perennemente. Muy contrario a lo
que se nos enseña, sí se puede domar el alma, sí podemos sentirnos bien, si sólo
decidimos hacerlo. Es horrible hacer una cola para no comprar nada, es horrible
no tener pañales para nuestros chamos, es espantoso que las cosas más mínimas
se hagan tan cuesta arriba. Pero no dejes que nada de eso condicione tu
felicidad. Puedes conmoverte por los niños que están muriendo de desnutrición (confieso que he llorado estos días al ver las notas informativas de estos casos), pero eso no me va a impedir comerme la arepa que Dios me dio. Y mientras esas cosas pasan, busco en mi entorno más inmediato algo que hacer para aportar.
Si te parezco melosa, o excesivamente optimista, haz la
prueba. Ve qué es más conveniente. Intenta pasar un día con una actitud de
ánimo y esperanza, y ve cómo tu energía se multiplica. Ve como tu perspectiva
de las cosas cambia, ve como te haces más tolerante y agradecido. Esa misma actitud puedes contagiarla. La trampa
consiste en encerrarnos en un ciclo interminable de insatisfacción, que no nos
permite valorar lo que sí hay. Y eso no te hará menos sensible en absoluto. Pareciera ser que la única forma de sentir compasión, según estas maneras es tirarse a morir de la rabia y la tristeza todo el día. No hay beneficio en la desesperanza. Sin papelón, lo que hay es un jugo maluco. De
eso se trata.
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