Ella ya no cabe en su coche. Es que ya tiene 5 años. El
pobre coche ha soportado años de pesos y viajes, aperturas y cierres, golpes,
sucio, etc. Hace un año compramos un coche Tiger, de esos que tienen apariencia
de silla de ruedas. Fue una verdadera bendición que lográramos adquirirlo. No
es un Special Tomato (valga la cuña) pero es algo súper funcional y muy bien
hecho. Todo el conflicto es uno solo: parece una silla de ruedas. Entiéndanme,
no es desagradecimiento, es que uno no quiere ver a sus hijos así. Sin embargo,
tal como lo dijo mi esposo cuando llegamos con él a la casa: es una almohada de
piedras.
Nos ha tocado ser muy pragmáticos. Para algunos a nuestro
alrededor ver a la niña sentada allí fue algo impresionante. De hecho, hace
unos domingos en la iglesia, un niño me dijo: “¿Y esa silla de ruedas?” Te
confieso, sentí un golpe al corazón. Pero luego la veo a Ella tan cómoda y
contenta, que comencé a pensar que no se trata de lo que la gente considera,
sino lo que es mejor para la niña, eso nos basta. En ese sentido, mi consejo
universal: criterio propio. Tú como padre eres quien sabe qué es lo mejor para
tu chamo, y estás obligado con él a usar los recursos a tu mano para ayudarle.
Pero no es tan fácil, ¿verdad?
Cuando Jacob el chanchullero huía de la furia de su hermano
a quien le robó la primogenitura, paró en un sitio a dormir y usó una piedra
como cabecera. Esa noche tuvo un sueño revelador y Dios le dijo qué sería de su
vida. Es paradójico. Una situación incómoda como escenario para una experiencia
divina. Pero es así, pues. Cada cosa que vivimos con nuestra hija es una
maravillosa forma de experimentar la inmensa bondad de Dios para con nosotros. Y
no puedo dar tributo a ninguna otra cosa, porque es Él quien lo ha hecho todo
posible. Así que he llegado al punto de preguntarme qué vio en mi para darme el
privilegio de cohabitar con uno de sus ángeles y encomendarme cuidarle.
Cuando la realidad de tus circunstancias difíciles te
abruma, recuerda que hay algo más allá de lo aparente y presente. La dificultad
es una semilla que rinde en frutos inimaginables. Los papás especiales vivimos
en función a nuestros chamos y sus necesidades: dieta, medicinas, citas,
terapias, aparatos y más. Eso puede producir cansancio, frustración e incertidumbre.
Pero si vemos bien de cerca, hay cosas más valiosas desarrollándose en lo que
el gran apóstol Pablo llama “el hombre interior”. Los diversos limones que nos
tocan, productos de los golpes de la vida, esos que no buscamos, no son para
derribarnos, no son para amargarnos la existencia, son para acercarnos más a
Él.
Nuestras múltiples almohadas de piedras son excelentes
excusas para Dios decirnos: “Hey, estoy aquí”. Y esa presencia de Dios lo que
trae como consecuencia es que no seamos ya lo mismos. Nadie puede estar cercade él y quedar igual. Lo necesitas para tu papelón con limón.
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