viernes, 16 de septiembre de 2016

Manzanas de Oro




Con el pasar de los años me he vuelto una persona reclusiva. Me gusta estar en mi casa, y así lo prefiero. Salgo a pocas cosas: comprar cosas básicas, pasear a mis hijos, ir a la iglesia y ocasionalmente una que otra visita. Sin embargo, en esos pocos momentos que salgo puedo observar el alto nivel de conflictividad que hay en la calle. Las causas son múltiples, y no pretendo discutirlas aquí. Pero no negaré que es preocupante lo que vemos. Mi esposo dice que es el hambre que tiene a la gente de mal humor. Maslow ya nos dijo qué pasa cuando las personas no tienen resueltas sus necesidades básicas.



Ya no voy a la jungla con la misma frecuencia debido a compromisos laborales, pero la semana pasada me tocó. Señores, el Metro de Caracas es un criadero de camorras. Ese mismo día fui testigo de al menos 4 discusiones en un rango de 12 estaciones (una de ellas de una chica de unos 25 años le gritaba a una doñita de unos 70). Incluso, ese mismo día antes de salir del terminal de mi ciudad de residencia, hubo un conflicto en la cola por que según los que estaban delante “estaban cansados de discapacitados”. ¿A dónde se nos fue la cordialidad? Eso tampoco lo voy a discutir porque me podré política y algunos me odiarán. De regreso, un operador del Metro quiso hacerme parte de la jugada y me dio una instrucción con tono regaño por algo improcedente. Yo, reconozco que el asunto me molestó y lo puse en su lugar.


Ese viaje me hizo tomar una decisión: necesito mucha sabiduría para responder ante todo como conviene. El gran sabio Salomón escribió: "Manzanas de oro con engastes de plata es la palabra dicha como conviene." Léeme bien: no estoy diciendo que te pongas de alfombra, estoy diciendo que no todas las formas de responder a una situación son convenientes. Estoy diciendo también que a veces es preferible el silencio. Y que esa actitud de “no calarte nada” daña tu vida y la de la gente a tu alrededor. Por eso quiere hacerte saber tres cosas al respecto:


  1. Las actitudes se contagian. Si pasas tiempo con alguien que se queja y no te haces consciente de ellos, serás también un quejón. Si andas con un peleón, te vas a poner a pelear también. Me dirás: “bueno, pero ¿cómo carrizo hago?”. Es fácil: se tú el huésped de otra actitud y contagia a tu entorno de eso.                                                                                                                             
  2. Todo empieza en tu mente. Hace unos meses descubrí las enseñanzas de la Dra. Caroline Leaf. Esta tocaya surafricana es una genio de la neurociencia y la Biblia, y dice que tu mente cambia tu cerebro y tu estructura genética. Necesitas hacer el hábito mental de decidir con antelación y en frío cómo vas a responder. Porque la verdad es que todo puede salir mal, pero puedes decidir en tu mente cómo actuarás.                                                                                                              
  3. No sólo se responde con las palabras. Nuestras actitudes y lenguaje corporal hablan. A veces, no le respondes al otro como quieres, pero la pagas con tu hijo, o con el cónyuge. Elige (porque sí se puede) cómo vas a responder. Y desarrolla la costumbre de hacer lo conveniente, no lo primero que te pasó por la cabeza.                                                                                                   
  4. Se vale defender lo tuyo. En ningún momento te estoy sugiriendo que te quedes con los brazos cruzados. Sólo que selecciones la forma más conveniente de hacer saber tu molestia y canalizarla. Hace días compré unos granos con gorgojos. Me sentí completamente estafada. Regresé al establecimiento y logré una solución pacífica.




Así que ante tanta locura, el papelón de una palabra o una actitud convenientes pueden hacer la diferencia en la limonada agria de alguien. Las oportunidades son infinitas: una cola (en la panadería, cajero, supermercado, etc.), en una oficina pública, en un centro de salud, en el colegio de tu hijo o en tu universidad. Todos los días tenemos el chance de ser papelón o limón. Podemos elegir.

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