Una de las cosas más humanas que existe es la necesidad de
creer en alguien o algo. Es así. El ateo puede no creer en Dios, pero cree en
ciertos preceptos. Los que sí creemos en Dios también tenemos nuestras
convicciones. Sin embargo, la tendencia humana es también condicionar nuestra
fe a lo que experimentamos en la vida concreta. Nuestra vida concreta,
imperfecta, incompleta, insatisfactoria, limitada, rutinaria…¿verdad? Esa
sensación de desilusión que nos arropa de vez en cuando, o en algunos casos es
la norma de pensamiento, puede ser el ladrón de una fe que nos permitiría
asumir la vida con más drive, más empuje, más ganas y más optimismo.
En estos momentos llevo conmigo muchas cargas emocionales.
Sí, Jesús me ayuda a llevar esas cargas, pero están allí. Estoy segura que tú
también tienes las tuyas: una deuda que se ve impagable, un medicamento que no
consigues, una nevera en modo piscina, desempleo, distanciamiento de tu
cónyuge, la muerte de un familiar, un amigo chavista inconvertible, y paremos
de contar. Todas esas cosas son los potenciales asesinos de la fe. No te hablo
de la fe cristiana, como tal, sino la fe en el sentido más genérico. Si tu fe
se tambalea, es hora de que la fortalezcas.
Los venezolanos hemos extraviado la fe. La tenemos, por no
sabemos dónde la pusimos. Y sí, tienes razón, hay cosas y personas en quienes
no vale la pena creer, pero hay otras en las que sí. Mi hija, Ella, por
ejemplo, ha avanzado en parte, porque ella sabe que confiamos en ella. Hemos
respetado su proceso, hemos sido pacientes, pero siempre hemos creído que ella
es capaz de mucho. No es una fe esotérica, es la confianza de que logrará
avanzar y superar sus muchas limitaciones. Y es que creo que es más provechoso
creer que no creer, y como dice el gran Marcos Vidal, también es mucho más
fácil; porque la incredulidad requiere energía y disminuye tus fuerzas.
¡Necesitamos creer! Necesitamos creer que las cosas van a
estar mejor, que nuestros hijos especiales (y los típicos también) avanzarán,
que esta aflicción es momentánea, que el sol volverá a aparecer. ¿Qué si
decides no hacerlo? Pues, bien. Nada. Sigue viviendo tu vida imperfecta,
incompleta, insatisfactoria, limitada, rutinaria y no esperes mucho de ella,
porque has decidido creer que es y será así.
De modo que esto de la fe requiere una decisión muy
personal. Tener fe aumentará tus niveles de energía, te inyectará un ánimo ante
la adversidad y te permitirá resistir el embate de la realidad abrumadora. Esa
es mi porción de papelón para ti esta semana. Yo, que tengo mi IngredienteSecreto, he decidido poner mi fe en Él. Nadie que pone su mano en el arado, se
vuelve, dijo en una oportunidad, eso es una versión neotestamentaria de: “El
que se cansa pierde”. No nos cansemos de creer, y no supeditemos nuestra de a
las circunstancias. ¡Cree!
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