viernes, 14 de octubre de 2016

La Bajaíta




No sé si esta expresión se utiliza en otras partes de Latinoamérica. En Venezuela la bajaíta (variación de la bajadita) es un punto de debilidad al que llegará un agresor, y en el que estará accesible para que nosotros ejecutemos venganza sobre él. Por ejemplo, tu hijo adolescente no te quiso acompañar a hacer una compra. No importa, después lo agarras en la bajaíta. Muy probablemente en cualquier otro momento, él va a querer, no sé, ir a casa de los panas, o unos reales para comprarse equis cosa.  Y allí: ¡zaz! Te vengas (Muajajajajajajajajajajaja). Pero,  ¿será la venganza algo válido?


En nuestro afán de justicia propia queremos auto gratificarnos castigando a quien consideramos ha fallado. ¡Ojo! No quiere decir esto que no creo en el castigo a los hijos. Hago el paréntesis y te aclaro que esta bloguera es fiel seguidora de las enseñanzas de James Dobson y férrea opositora de los postulados de la nueva “crianza respetuosa” (un día te explicaré a detalle por qué).  Las cosas injustas suceden a diario, y en todas partes. La injusticia es inherente a la condición de pecado del hombre. Así como nos han hecho cosas injustas,  nosotros en alguna ocasión hemos hecho lo injusto también, de manera que otros también nos han querido tener en la bajaíta.



Siempre habrá cosas que consideraremos injustas. Es injusto que el doctor que atendió mi embarazo ande por allí campante y no pague por causar la lesión cerebral de mi hija (y quién sabe de cuántos niños más). Es injusto que le dieran el puesto a otro menos calificado que tú, y para remate le pagan más. No es justo que esa tipa tan fea que te quitara el novio. Es injusto que el policía te decomisara una bolsa de comida, sólo porque así le dio la gana. Pero, debemos tener cuidado de nuestras actitudes ante esto. Porque mientras no logramos controlar lo que otros nos hacen, sí podemos decidir cómo reaccionaremos. Esperar la bajaíta  implica llevar cuenta de las ofensas, rememorar lo maluco y planificar la acción que más dolor inflija. Conclusión: es albergar rencor.


El rencor es tan dañino que ha acabado naciones enteras. Alguien dolido que lame su herida, y tiene su sufrimiento como mascota puede causar grandes daños. Y bueno, quizá tú digas que tu rencor no es tan grande, sólo tienes uno tamaño bonsái. Pero el rencor, grande o pequeño, no puede jamás causarte beneficio. Joyce Meyer dice que tener rencor es como apretar un carbón encendido esperando causarle dolor. Mientras la mano sufre daños, el carbón sigue siendo carbón. No tiene sentido causarnos daño, sin necesidad.  Y aunque nuestra sociedad nos enseña a pagar mal por mal, nuestro Maestro dejó un mandamiento superior: ama a tu enemigo, no te vengues.




Una de las cosas más hermosas que he aprendido de Ella es la capacidad para pasar la página. Ella puede estar sufriendo por algo, pero rápidamente se recupera. Tiene memoria, porque nos lo ha probado, pero no vemos en ella una actitud de retaliación. Su noble corazón es muestra de lo que debemos hacer ante el dolor causado por la injusticia: no permitir que haga nidos. Como siempre te digo, los limones de la vida son necesarios, fortalecen el carácter y nos abren los ojos a una realidad más amplia. Endulza tu limonada con el papelón del perdón. Para entenderlo mejor, debes siempre comprender en qué consiste mi ingrediente secreto.

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