No sé si esta expresión se utiliza en otras partes de
Latinoamérica. En Venezuela la bajaíta (variación
de la bajadita) es un punto de debilidad al que llegará un agresor, y en el que
estará accesible para que nosotros ejecutemos venganza sobre él. Por ejemplo,
tu hijo adolescente no te quiso acompañar a hacer una compra. No importa,
después lo agarras en la bajaíta. Muy
probablemente en cualquier otro momento, él va a querer, no sé, ir a casa de
los panas, o unos reales para comprarse equis cosa. Y allí: ¡zaz! Te vengas (Muajajajajajajajajajajaja).
Pero, ¿será la venganza algo válido?
En nuestro afán de justicia propia queremos auto
gratificarnos castigando a quien consideramos ha fallado. ¡Ojo! No quiere decir
esto que no creo en el castigo a los hijos. Hago el paréntesis y te aclaro que
esta bloguera es fiel seguidora de las enseñanzas de James Dobson y férrea opositora
de los postulados de la nueva “crianza respetuosa” (un día te explicaré a
detalle por qué). Las cosas injustas
suceden a diario, y en todas partes. La injusticia es inherente a la condición
de pecado del hombre. Así como nos han hecho cosas injustas, nosotros en
alguna ocasión hemos hecho lo injusto también, de manera que otros también nos
han querido tener en la bajaíta.
Siempre habrá cosas que consideraremos injustas. Es injusto
que el doctor que atendió mi embarazo ande por allí campante y no pague por
causar la lesión cerebral de mi hija (y quién sabe de cuántos niños más). Es
injusto que le dieran el puesto a otro menos calificado que tú, y para remate
le pagan más. No es justo que esa tipa tan fea que te quitara el novio. Es
injusto que el policía te decomisara una bolsa de comida, sólo porque así le
dio la gana. Pero, debemos tener cuidado de nuestras actitudes ante esto.
Porque mientras no logramos controlar lo que otros nos hacen, sí podemos
decidir cómo reaccionaremos. Esperar la
bajaíta implica llevar cuenta de las
ofensas, rememorar lo maluco y planificar la acción que más dolor inflija.
Conclusión: es albergar rencor.
El rencor es tan dañino que ha acabado naciones enteras.
Alguien dolido que lame su herida, y tiene su sufrimiento como mascota puede
causar grandes daños. Y bueno, quizá tú digas que tu rencor no es tan grande,
sólo tienes uno tamaño bonsái. Pero el rencor, grande o pequeño, no puede jamás
causarte beneficio. Joyce Meyer dice que tener rencor es como apretar un carbón
encendido esperando causarle dolor. Mientras la mano sufre daños, el carbón
sigue siendo carbón. No tiene sentido causarnos daño, sin necesidad. Y aunque nuestra sociedad nos enseña a pagar
mal por mal, nuestro Maestro dejó un mandamiento superior: ama a tu enemigo, no
te vengues.
Una de las cosas más hermosas que he aprendido de Ella es la
capacidad para pasar la página. Ella puede estar sufriendo por algo, pero
rápidamente se recupera. Tiene memoria, porque nos lo ha probado, pero no vemos
en ella una actitud de retaliación. Su noble corazón es muestra de lo que
debemos hacer ante el dolor causado por la injusticia: no permitir que haga
nidos. Como siempre te digo, los limones de la vida son necesarios, fortalecen
el carácter y nos abren los ojos a una realidad más amplia. Endulza tu limonada
con el papelón del perdón. Para entenderlo mejor, debes siempre comprender en
qué consiste mi ingrediente secreto.
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