viernes, 27 de noviembre de 2015

Milla Extra: MODO ON


Uno de los retos de la vida en comunidad es el manejo del “otro” y sus necesidades en función de las propias. Somos naturalmente egoístas, pero hago la salvedad que los hombres sufren más de esto que las mujeres. Y no se preocupen, no creo en cosas como la supremacía femenina o la inutilidad masculina. Todos esos conceptos hoy nos dañan, porque simplemente desprestigian el Diseño Divino en la Creación. El hecho es que estamos en unos tiempos en los que los niveles de maldad se han elevado a extremos impensables. La verdad es que hay mucha gente mala, ¿verdad?

Entonces me veo en el espejo. Soy una mamá especial (eso define mucho lo que soy hoy día), pero considero que no por ello estoy exenta de ser víctima de mi propio podrido corazón humano, propenso a actitudes viles, que sólo beneficien mi vida y mi lado. Pues, sí.  Soy honesta contigo. No premedito aplicar la ley del embudo, pero está en mi pecaminosa naturaleza hacerlo. Y más cuando es la onda externa. Resolver por lo propio es lo IN en estos días, y en este país en el que hasta las cosas más básicas se consiguen tras una titánica tarea, si no lo haces así, no lo tienes (así dicen, y lamentablemente, a veces es así).

Sin embargo, mi Biblia, parte de mi torrente sanguíneo desde mi niñez, dice tantas cosas distintas. Y para mí es imposible ignorar el asunto. Escucha lo que dice Jesús: “ Si alguien te pide que le cargues algo una cuadra, cárgaselo dos”, “El que quiera ser el chivo gordo, deberá ser el peluche de todos”. ¿Qué-es-eso?. Para remate, sale el Apóstol Pablo y dice: “No busquen solo su propio bien, sino también el de otros”. Me dan como ganas de explicarles que ellos no vivieron en la Venezuela de hoy, y por lo tanto están hablando utopías. No obstante, muchos otros después de ellos concordaron con estas ideas: Francisco de Asís, la Madre Teresa de Calcuta, Ghandi, etc.

De manera que entendí que no tengo de otra. Si quiero vivir bien, deberé amar a mi prójimo como a mí misma; eso implica procurar su bien, ser solidaria, caminar por otro la milla extra. Al respecto, creo que hay tres aspectos a considerar para ello:

  1. Me pongo en una posición susceptible. He ayudado a gente que luego me embroma ¿Te ha pasado? Pues la respuesta natural es que se te quiten las ganas de hacer algo por el otro. Es lógico. Pero, la verdad es que ser humanos nos hace vulnerables a ser heridos. Y aunque a veces la herida no tenga proporciones catastróficas, cae mal que queriendo hacer el bien, salga uno con las tablas en la cabeza. Ante eso, pienso que nos toca asumir el riesgo. ¿Me van a embromar otra vez? Quizá. Pero no todos lo harán. Hay que darle un voto de confianza a la humanidad. Recuerda que este mundo se lo estamos dejando a nuestros hijos.                                                          
                              
  2. La solidaridad no es etérea. La solidaridad se muestra en actos concretos: le llevas la bolsa a una viejita tratando de cruzar la calle,  le sirves de apoyo a un invidente, le cedes el puesto a una mujer, das una dirección, le avisas a la señora Yajaira dónde conseguir el medicamento de la tensión, escuchas al viejito mientras haces la cola del cajero, incluso dejas que el viejito pase antes que tú, le regalas ropa a la chama que le limpia a la vecina. Es la cotidianidad la que pone a prueba nuestro carácter. No tienen que ser grandes actos, pero para quien lo haces, tiene valor. Y recuerda, que arriba hay un Dios que pa’ abajo ve. No puedes hacer todo por todos, pero siempre hay algo que puedes hacer por alguien.                                                                      
                                                                 
  3. Se cosecha de lo que se siembra. No estoy diciendo que hagas las cosas con agendas ocultas, con intereses subyacentes, ni nada por el estilo. Pero es una ley natural que lo que sembramos, eso cosechamos. Yo veo tanta bondad de Dios en mí, que no puedo si no compartir de eso que Él me da a diario. Él me da papelón para mí y para dar. Sigo dando, y sigo recibiendo. Es una ley tan verídica como la de la gravedad. No siempre cosechas en la misma tierra que siembras, no siempre se cosecha inmediatamente después de sembrar, pero cosechas.                                                

Así que, no nos ensimismemos en nuestra situación. Es posible que nosotros sobrellevemos los limones asociados a la condición de nuestro hijo, pero otros también tienen los suyos. Como padres especiales enfrentamos cosas rudas, pues con mucha más razón podemos comprender el pesar, el mal humor, la contrariedad y la frustración. Ya que tú y yo estamos haciendo papelón con limón, comparte algo de tu dulce con otros. Somos diferentes, actuemos en consecuencia, y marquemos la diferencia. Una vez que lo hacemos hábito, fluye naturalmente. Así que te propongo que a partir de hoy te hagas el firme propósito de hacer algo por alguien siempre. Hasta una sonrisa vale. Pon tu solidaridad en modo ON.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Felicidad Condicionada

Cuando era niña aprendí una canción en la iglesia que decía así:

Jonás no le hizo caso
a la Palabra de Dios
por eso al mar profundo
la gente lo tiró
Vino un pez muy grande
y  ¡plum! Se lo tragó
porque no le hizo caso
a la Palabra de Dios
Luego la corriente
muy lejos se lo llevó
a la playa de Nínive
y allí lo vomitó
Del susto que tenía
la Palabra predicó
Creyó toda la gente
y hasta el rey
se arrepintió

Naturalmente, no sólo conservé la canción en mi memoria. Se la he cantado a muchos niños, incluyendo a los míos. Sin embargo, hace unos meses, estudiando el libro de Jonás (un profeta cuyo libro está en el Antiguo Testamento de la Biblia) mi esposo y yo nos encontramos ante una abrumadora verdad:




¿Te diste cuenta? ¡No hay playa en Nínive! Tenía más de 25 años creyendo que Nínive estaba en una costa, pero en todo este tiempo no me había dado cuenta. La playa de Nínive era un FALSO CONCEPTO. No hay tal cosa como playa en Nínive. Pero yo no estoy escribiéndote hoy para hablar de Asiria o de Jonás. Quiero hablarte de algo tan falso como la playa de Nínive: la felicidad condicionada.

La felicidad condicionada es esa absurda idea que la mayoría de las personas tenemos en la cabeza y consiste en creer que al llegar a cierto punto deseado seremos felices. La trampa de ese concepto está en robarnos la alegría de la vida, desdeñando el presente, y rechazando lo que tenemos en este momento: cuando me gradúe, cuando me case, cuando tenga carro, cuando me vaya del país, cuando mi cónyuge cambie, cuando mi hijo especial camine, o hable, o alcance plena independencia. Pero la verdad es que aún llegando a esos estados deseados, siempre hallaremos algo más que esperar, y volveremos al ciclo de la desdicha.

La capacidad para ser feliz no puede depender de las circunstancias. Y es que la felicidad no es un sentimiento, es un estado. No debería estar circunscrita a mis condiciones externas, sino sobrepasarlas. Mi hija Ella me lo enseña a diario. Pero el artífice de la implementación de esa norma en mi casa fue mi amado esposo. Él me dijo un día: “Amor, necesitamos determinarnos a disfrutar a Ella siempre, no importa su circunstancia actual. Dios nos dio una hija, y su condición no puede limitar que la disfrutemos y que ella nos pueda disfrutar a nosotros. Seremos felices con ella, tal como es”

Y es que esa es la esencia de hacer papelón con limón. La vida puede ser dura, o puede ser hermosa. Todo depende de qué lado de la acera te pares. Razones para la infelicidad pueden haber muchas, pero te pido hoy que pongas en balanza las cosas y puedas abrir tu mente a un nuevo concepto: la felicidad porque sí. Consiste en que consciente  y deliberadamente decidas disfrutar la vida y no amargarte. Esto no significa en absoluto que tomes todo tal y como viene y no aspires lo mejor, tampoco significa no sentir rabia, pesar o frustración en momentos específicos. Lo importante de la felicidad porque sí es que a pesar de todas esas contrariedades cotidianas, no actúes como sobreviviente.




Te daré un ejemplo bíblico con una aplicación cotidiana. El profeta Habacuc escribe muchos años después que Jonás un desgarrador poema en el que reclama a Dios una serie de injusticias que veía en su pueblo, precisamente hechas por mano del poder Asirio. Al final de su libro hay un tesoro que quiero compartir contigo hoy, porque creo que es la clave de la felicidad porque sí. Mira lo que él dice: “Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; aunque falten las ovejas del aprisco, y no haya vaca en los establos, con todo yo me alegraré en el Señor, me regocijaré en el Dios de mi Salvación. El Señor Dios es mi fortaleza; él ha hecho mis pies como las de las ciervas, y por las alturas me hace caminar” (el énfasis en cursivas es mío)



¿Te suena familiar esa escasez? ¿Te parece loco que Habacuc decida “gozarse” en el Señor cuando el pueblo de Israel se comía un cable? Fíjate que dice que la clave de su gozo es que el Dios le hace caminar en las alturas. Otra versión dice: “…me hace andar firme sobre mis alturas”. Por encima, dejando la circunstancia debajo. Y sé que estoy enfatizando la idea una y otra vez, pero en estos días tan fuertes que atravesamos, necesitamos remontarnos por encima de lo que vemos y decidir ser felices. Eso no quiere decir que no sigo luchando, intentando, buscando el medicamento, haciendo la cola para comprar pañales, llevando mi hija a la terapia, haciendo magia para estirar la plata y la comida, de vez en cuando peleando para que me dejen pasar con mi hija en su coche, ponerme malandra con un colector que se queda con el vuelto, discutir con un familiar, hiperventilar mientras veo lo que está pasando en el país, etc. Caminar por encima es echarle papelón a la limonada. Es una decisión personal. Yo te motivo a que la tomes hoy. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Churupos Decembrinos




Hoy no sólo hablaré de paternidad especial. La situación actual me obliga a establecer una postura acerca de los días por venir. Cualquiera que sea tu tendencia política, no puedes negarme que estamos atravesando un momento difícil como  país. Pero hay algo que sucederá en los próximos días que puede traernos un papeloncito a tanto limón que experimentamos a diario. Hablo del pago de las utilidades. Todo aquel que trabaja las recibe por estos días, pero estos tiempos requieren de nosotros mayor consciencia, mayor sesudez, pensar más en frío y entender que por mucho apego que tengamos a las tradiciones, necesitamos concentrarnos en lo importante. Eso importante no lo pueden establecer los comerciales de televisión. Debes establecerlo tú. Por eso quiero darte algunos tips para manejarte por estos días.

  1. Agradece lo que tienes. A no ser que seas bachaquero o un muy alto funcionario del gobierno, es bastante seguro que lo que recibas no sea eso que quieres para todo lo que implica celebrar las acostumbradas navidades. Pero debes agradecer a Dios por ese ingreso. Ahorita mucha gente está pasando las de Caín, y no exagero cuando digo “mucha”. ¿Recuerdas cuando te conté cómo el agradecimiento cambia tu perspectiva de las cosas? Dale gracias a Dios por tu dinero, y recuerda que la prosperidad no está sólo en tenerlo. Mira al espejo, y dale gracias a Dios que puedes salir a trabajar. Mira a tu alrededor y agradece el amor de tu familia, la amistad, la compañía de otros. No todos tienen ese don. Agradece por tu hijo especial. Hay algunos que no pueden tener hijos. Hace años mi pastora me enseñó que el único lugar en donde no crece la semilla del desaliento es en un corazón agradecido.                                           
  2. No seas usurero. En estos días, todos venden algo. Aunque todo ha subido de precio considerablemente, yo te aconsejo de todo corazón que no abuses de la necesidad de otros. No te imaginas cómo eso trae maldición a tu vida. Las ganancias deshonestas no sólo provienen de un bien robado, sino del chanchullo, de trampear, de alterar las medidas para ganar más tú y embromar al otro. Te puedo asegurar que sólo estás sembrando para cosechar tú una trampa más grande. En algún momento tragarás la hiel que le causas a otro por tu viveza criolla. No lo hagas. Ni siquiera te justifiques en que todos los demás lo hacen. ¡Y no me hagas hablar del bachaqueo! Puedo decir al respecto un millón de cosas, pero sólo diré una: más que delito, es un pecado.                                                                                                                                        
  3. Usa tu dinero sabiamente. No te diré que no lo gastes. Hoy día el ahorro consciente no es meter el dinero en una cuenta y no tocarlo, porque éste pierde valor con el tiempo. Tampoco te diré en qué o no gastarlo. Pero sí puedo decirte algo: hay cosas más importantes que las cosas. Nadie se ha muerto por no pintar su casa un diciembre. Ningún niño pierde valor o salud por no usar un estreno en una fecha emblemáticamente tradicional para ello. En estos tiempos en los que hay que priorizar las necesidades y prescindir de ciertas cosas, elige lo mejor para ti y tu familia. Y elígelo tú. Comida y medicina no son opcionales. Te recuerdo que los laboratorios cierran operaciones en unos pocos días y toca surtirse de medicamentos esenciales y asegurar dosis hasta febrero. Lo más importante es que estén juntos como familia, que tengan salud, que haya paz.                                                                                                                                                                    
  4. Comparte con otros lo que tienes. Es una trampa diabólica esa nueva actitud de “no tengo para dar”. Y digo nueva, porque nosotros los venezolanos no somos pichirres. Eso no está en nuestra naturaleza. Siempre hay algo para dar: ropa, juguetes, libros. Si están en buenas condiciones y puedes dárselo a alguien que verdaderamente necesita, no dudes en hacerlo. El apóstol Pablo citando a Jesús dice: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Si no tienes recursos materiales como esos que te mencioné, puedes dar tu tiempo, tu compañía, tu colaboración. Siempre habrá bendición para quien da. No te dejes arropar por esa ola de mezquindad. Dar trae bendición a tus finanzas y a tu vida en general.



Podría darte unos tres consejos más, pero lo dejaré hasta aquí por hoy. Por último, te diré que no te dejes llevar por la corriente. No celebres “como sea”, no te endeudes sin necesidad. Nos enfrascamos en decir que la navidad es supuestamente para celebrar el nacimiento del Niño Jesús y por ello es de los niños, y somos los adultos quienes hemos construido estructuras absurdas que nos dilapidan el presupuesto y no producen sino angustia. Como estudiante de la Biblia desde mi niñez te digo algo con toda propiedad: Jesús ni es un niño, ni nació en diciembre. Ninguna de esas cosas que nos hemos inventado con el tiempo son vitales. Recuerda lo importante: la familia, la salud, la paz.

En medio de la locura social en la que estamos inmersos, no dejes nunca de hacer tu guarapo de papelón con limón. Recuerda que estamos juntos en esto.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Soñadores Realistas

Suena como un oxímoron, pero no lo es. Los soñadores realistas creen que lo imposible se puede realizar, pero saben que ante una abrumadora realidad, hay un trabajo que hacer. Me considero una. Aún continúo alimentando esperanzas en un mundo en el que te dicen que hay momentos en los que hay que pisar tierra. No ando en las nubes, pero sé que puedo ver más de lo que me espeta en la cara el “esto es lo que hay”. Hacer papelón con limón implica una dedicación a la tarea, un compromiso y un código de sobrevivencia. Los padres especiales empeñados en hacer este guarapo somos soñadores realistas. Desde esta perspectiva te hablo hoy.




En primer lugar, como soñadora realista no me he casado con ningún especialista. Por casarme quiero decir que no hago compromisos de exclusividad. Si algo no funciona para Ella, pues hasta allí llegó. Cuando un médico me deja más interrogantes que respuestas, busco otro que me las responda. Si un terapeuta o terapia no funciona para mi nena, no dudo en detenerlo. ¿Cuál es la medida para saberlo? Simple: resultados. En el caso de mi hija, los resultados tardan un buen tiempo en verse, pero se ven. Seguro lo habrás leído miles de veces: si algo no funciona de una forma, inténtalo de otra. Esto es un principio de vida. No podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo las cosas de la misma manera.

Lo otro es que he aprendido que un padre especial que sueña realistamente usa los recursos a su mano. Supe el año pasado de una mamá que iba a llevar a su nena a China a un tratamiento con células madres. ¡Bien por ella! Pero yo ahorita no puedo llevar mi hija si quiera a Margarita con los delfines. Entonces, como te conté en Jungla Capital, voy con cierta frecuencia a Caracas. Otros papás llevan sus ángeles a Cuba. Excelente.  Otros a un Centro de Desarrollo Infantil o a un SRI. A otros les dan terapia en casa. A unos les llevan a terapia equina. Es decir, hay que hacer las cosas de acuerdo a las circunstancias y posibilidades particulares. Lo único que no se vale es no hacer nada. Un niño con necesidades especiales debe recibir estimulación y ayuda en atención a su discapacidad hasta alcanzar el máximo nivel posible de independencia.

Además, los soñadores realistas no dejamos que la realidad nos apabulle, porque somos soñadores. Hay miles de cosas que pueden salir mal. Hemos pasado malos ratos. De hecho, no conozco hasta ahora ningún padre especial que no luche con traumas. Pero eso no nos quita el empuje. Estamos obstinados en ver mejor a nuestros hijos. No nos da la gana de permitir que nuestros chamos vean hipotecado su futuro por las palabras desconsiderada de un especialista, o por la flojera de un terapeuta; ni siquiera porque no conseguimos un medicamento en las primeras 35 farmacias que visitamos. Soñamos y nos movemos. La realidad es un referente lateral, una línea de ubicación, pero no es la meta.




Soñar te da esperanzas, fuerzas y te motiva a seguir. Ser realista en medio del sueño te permite hacer un esfuerzo consciente, pero también te enseña que hay cosas que no dependen de ti. Hay siempre un elemento Supremo (sabes, mi ingrediente secreto). Lo que sí es cierto es que si sembramos, cosechamos. Es una ley natural. Así que no tengas miedo de soñar, y tampoco tengas miedo de actuar. Esa es la esencia de un soñador realista.