viernes, 7 de diciembre de 2018

Situación Límite





Si hay algo en lo que me cambió la maternidad es en la forma cómo proceso las situaciones de peligro. No sé, creo que da más temor lo que le pueda pasar a un hijo que lo que le pueda pasar a uno mismo. De hecho, el sentido de preservación va más orientado a cuidar al hijo, de allí la famosa expresión: “Mi hijo me necesita sano”.  Te lo he dicho antes, no quiero que mis hijos tengan ni siquiera lagañas, quiero lo mejor para ellos, quiero protegerlos, quiero que tengan todas sus necesidades cubiertas, quiero evitarles, en la medida de mis posibilidades, cualquier sufrimiento.


Sin embargo, la mala noticia es que estamos en un mundo caído, un mundo alejado de su Creador, y lamentablemente, cosas malas pasan. De no haberle pasado algo malo a mi hija no te estuviera escribiendo. El gran sabio dijo en Eclesiastés: “Tiempo y ocasión acontecen a todos”. O sea, a todo cocinero se le queman los frijoles alguna vez.  Y sí, perdóname porque siempre uso metáforas gastronómicas, pero no lo puedo evitar. Sólo quiero hacerte clara la idea: mientras estemos en este mundo viviremos pesares, la cuestión es cómo reaccionamos a eso.



Pensando en esas situaciones de apremio, me vino a la mente una historia del rey David. El tipo tuvo una vida acontecida, y gracias a Dios, hubo cronistas dispuestos a registrarnos esas vivencias.  En esta que te cuento, David no era rey aún. Era prófugo de la justicia, pues el rey Saúl había ordenado que lo mataran alegando falsas razones. Cuando David huye, de alguna manera espontánea le surge un ejército, y bueno, esta gente también tiene familia. David también se hizo su familia paralela, ya que su esposa era hija de Saúl. Sí, hasta ahora parece telenovela mexicana, ¿verdad?


El hecho es que en una de esas andanzas con su ejército, cuando David regresa a la ciudad en la que vivía, se consigue con que habían prendido la ciudad y se llevaron cautivos a todos los que estaban allí: mujeres y niños. Imagínate a estos hombres llegar y ver que sus familias habían sido secuestradas. Es sin duda una situación límite. ¿Qué se hace en una tamaña crisis? Déjame darte un poco más de información. Los que habían prendido la ciudad no eran un ejército artesanal como el de David, eran un ejército constituido, perteneciente a un reino hostil, y además superlativo en número. Este señor y sus hombres tienen todas las de perder.



Quizá también tú te halles en una situación límite. Tenías el dinero reunido para realizar un pago grande, vienen, aumentan el sueldo, y con eso todos los precios también se disparan. Tienes tres meses sin poder lavar bien tu ropa, porque quizá tengas jabón, pero no tienes agua sino sólo para lo extremadamente necesario. Te faltan 2 semestres para graduarte, pero tus profesores se están yendo del país, o no van a dar clase porque no tienen manera de llegar a tu casa de estudio. Y así, puedo seguir y seguir, situaciones límites que te encierran en el “No sé qué hacer”. Pero como siempre, esta historia no ha terminado, como tampoco la tuya.


El escritor de esta historia nos dice que “David halló fortaleza en Jehová, su Dios”. Puedes leerla con todo detalle en 1 de Samuel 30. Se acercó a Dios, y obtuvo la estrategia para revertir la situación, que más bien se convirtió en algo sumamente favorable. Es que la crisis, amigo que me lees, no es otra cosa que una excelente oportunidad para acercarnos a nuestro Creador, no como el bodeguero que nos suple una necesidad, sino como de quien dependemos, porque , no sé si no te has dado cuenta, pero los seres humanos no somos expertos en vivir vida, pero el Creador quien la diseñó es el experto de la experiencia.



¿A quién vas cuando tienes una crisis? Ciertamente como seres gregarios estamos rodeados de gente, pero antes de recurrir a alguien limitado, ¿no crees que sería mejor ir a Aquel que tiene todas las respuestas? Como te lo he dicho antes, hay un papelón inagotable que brota de la Fuente Suprema. De manera que allí está mi invitación siempre para ti. La vida no tiene que ser siempre un limón ácido.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Perro Ladrón





Hace unos meses atrás mis vecinos recogieron un perro de la calle. Yo lo llamé Coleto, porque eso es lo que parecía. Mi esposo le decía perro ladrón, no porque robara cosas, sino porque ladraba, MU-CHO. Como era de la calle al perro no le gustaba la soledad, razón por la cual el pobre perro empezaba a ladrar cuando se iban. Léeme bien: ladraba siempre que estuviera solo. No te imaginas lo molesto que el asunto era, no sólo para mí, sino para todos mis otros vecinos. Se escuchaba en todas partes. El ladrido empezaba a las 6 de la mañana, y paraba a eso de las 5 de la tarde. Sin embargo, al pasar los días y semanas de alguna forma comencé a dejar de darle tanta importancia. Eso es lo que se llama: hacer fondo.


Todos conocemos el concepto de fondo y forma. El cerebro integra los sentidos y percibe el mundo. Cuando prestamos más atención a una sensación estamos haciendo forma, y cuando la “ignoramos” hacemos fondo. La verdad es que no la ignoramos, nuestro cerebro no ha dejado de percibirla, pero no está en el primer plano. Creo que ese es el tema con las aflicciones irresolutas. Siguiendo con el ejemplo de Coleto, el perro que ladraba mucho, llegó un momento que su ladrido no estaba en primer plano para mí. Por eso es que su ladrido no me volvió loca como sí lo hizo a otros.



Cuando recibí el golpe del diagnóstico de mi hija Ella no podía hacer fondo del asunto. ¿Cómo dejar de lado la idea de que el futuro de mi hija estaba hipotecado por una lesión cerebral? Es que cuando tienes una piedra en el zapato, ¿cómo carrizo caminas tranquilo? Pues, no pretendo ser yo la dueña de las verdades de la vida, ni poseer toda sabiduría salomónica, pero sí hay algo que pueda asegurarte: toda aflicción puede producir beneficios. Y mientras atravesamos esos valles necesitamos hallar equilibrio, manera de sobrellevar lo difícil y aprender a hacer fondo.


Hoy quiero darte dos prácticas que puedes realizar para hacer fondo con las situaciones difíciles. De ninguna manera estoy simplificando los problemas, pero todos mis escritos están orientados a infundirte una actitud distinta ante la crisis. Quizá la situación no cambie mucho, pero tú sí podrás afrontarla con un ánimo distinto.


Un adinerado hombre de 75 años viaja por un desierto en el Medio Oriente con su esposa y sus bienes. Dejó a su familia persiguiendo una promesa dada por Dios. La promesa es convertirse en una gran nación. Sin embargo, Don Abram no tiene hijos.  Está en su tienda y tiene enormes riquezas, pero nadie a quién legárselas. Allí está el ladrido de la esterilidad de su esposa. Dios le invita a salir de su tienda, a poner de lado por un momento lo que le recuerda su dolor.  Lo primero que te aconsejo para hacer fondo es salir de la tienda, implementar una actividad que te distraiga cada cierto tiempo.




Cuando Ella estaba pequeñita me inscribí en un curso de cocina en mi pueblo. Así que toda la actividad era un cambio de ambiente. Era viajar, distraerme en el camino, estar con otras señoras, aprender y enfocar mi atención a otra cosa que no fuera citas, terapias, medicamentos, convulsiones, pañales sucios, etc. Desde ese tiempo lo implementé como casi obligatorio. Digo casi, porque te confieso, me cuesta a veces. Soy una persona sumamente enfocada a logros, y siempre tengo algo qué hacer.

¿Qué cosas te distraen? Hazlo. Ve una película, anda y dale una vuelta a la plaza, toma una siesta, juega una caimanera, escápate a la playa, o con las amigas a comer helados, así sean chupi-chupi. Necesitas hacerlo, por salud mental, por esparcimiento, porque la recreación es una necesidad que debe ser suplida. Esto no es una licencia para desentenderte de tu situación, es una manera de retomar fuerzas para sobrellevarla. No estamos ignorando al perro, aún escuchamos sus ladridos, sólo que por un momento le estamos dando importancia a otra cosa, y no hay nada de malo en ello.

Abram salió de su tienda, y al salir, Dios le indicó contar las estrellas. Y allí está mi segundo consejo: cambia la perspectiva. Hacer fondo es regular las sensaciones y manejarlas. Si sólo piensas en la reconversión monetaria, en que no consigues azúcar, en que se te acaba el medicamento del niño, pues, obviamente tu energía va a estar consumida. Velo diferente, decide, determínate a ver las cosas con otra óptica. Insisto, esto no lo va a solucionar, pero sí te va a dar la fortaleza para abordar tu dificultad con más equilibrio. Contar las estrellas es ver todo, no sólo una cosa. Cuando ves un cielo estrellado, ves muchas estrellas, no sólo una. Ves las cosas en una proporción mucho más justa y de manera más amplia.



Haz el ejercicio y mira a tu alrededor. Agradece tu vaso de agua, ve que tienes un aparato electrónico que te permite leer esto, tienes ojos que funcionan y un cerebro que procesa esa información. Observa y aprecia. No des las cosas por sentado, y cuenta las estrellas.

A Don Abram le faltaba mucho camino, pero ese momento cambió su vida para siempre. El relato completo está a partir de Génesis 15.  No puedo asegurarte que todo estará bien hoy, pero puedo decirte que asumir la crisis desde otro ángulo te va a traer mucho bienestar, claro que siempre te voy a recomendar Mi Ingrediente Secreto.

Los ladridos de perros pueden estar al fondo y sobrellevarse, los malos ratos de la vida siempre se pueden endulzar. De eso se trata el papelón con limón.



viernes, 31 de agosto de 2018

Realidad Dantesca






Erase una vez un rey en una lejana ciudad antigua que estaba sitiada por otro reino mucho más poderoso. Como habrás visto en alguna película de época, las ciudades antiguas estaban rodeadas de muros. Un sitio para una ciudad era la sentencia de muerte a sus pobladores: un grupo moría de hambre y el resto moría a espada, porque estar sitiado significaba que el que saliera se lo echaban al pico. En medio de esta situación una mujer se acercó al rey pidiendo su intervención en un problema con su vecina. Para este momento ya no había comida en la ciudad. Esta mujer a quien llamaremos Nancy estaba peleando con Yajaira y requería que el rey administrara justicia en el caso. El cuento va así:

-Rey, necesito que me ayudes.
-¿Qué necesitas?
-Verás, ayer hice un acuerdo con Yajaira. Como la cosa está tan apretada, nos comimos a mi hijo con la condición de que hoy nos comiéramos al suyo. Ella ahora está escondiendo su muchacho, y yo exijo que saque al chamo para que nos lo comamos.

Sé que suena como un cuento de Horacio Quiroga, pero esta historia es verídica, escrita en los anales reales del Reino de Israel. Puedes leerlo en la Biblia en el libro de 2 de Reyes, capítulo 6.






La situación del sitio de Samaria era extrema, algo con lo que quizá tú y yo que vivimos en este suelo tricolor nos podemos identificar. Es muy abrumador ver todo lo que rodea, es muy intenso el sentimiento de ver tanto daño y maldad a la vez. Ver cómo el vil egoísmo triunfa una y otra y otra vez causa un agobio enorme. Pero, siempre hay un pero. Sabes que siempre te diré que cada limón debe ser endulzado con papelón. La dantesca realidad que nos abruma puede cambiar, y va a cambiar. En otras ocasiones te he contado que mi hija Ella me ha enseñado a tener siempre esperanza, y aquí quiero darte tres razones por las que debes tener esperanza.

En primer lugar, debes tener esperanza porque trae beneficios a tu salud física y mental. En estos días escuché al neurocirijano Jackson Avery explicar cómo la esperanza cambia nuestra fisiología, y cómo crea un mejor ambiente para las funciones corporales. No es invento, es ciencia sólida. Puedes googlearlo si quieres. Con una actitud correcta tu cuerpo funciona mejor, a pesar de las carencias que puedas atravesar.

Por otra parte, debes tener esperanza porque la esperanza te da energía para continuar. Aunque pueda parecer que la esperanza genera un panorama ficticio, en realidad es una fuerza motivadora para permanecer luchando. Cuando te enfocas en lo que esperas en lugar de lo que te rodea, pues hay un mayor ímpetu para realizar tus actividades, incluso aquellas que parecen las más frustrantes. Si bien no puedes a veces escapar de lo incómodo, hacerlo esperando lo mejor puede cambiar las cosas y hacer el trago amargo más llevadero.




La tercera razón por la que debes tener esperanza te la he dicho otras veces. Nunca sabes cuándo las cosas cambian para mejor. La historia que te comencé a relatar tuvo un giro inesperado y con un chasquido de Dedos Divinos la dantesca realidad se convirtió en una experiencia gloriosa. No te voy a contar el final para que tú mismo lo busques, pero esta historia es de película. Y ese episodio está registrado, entre muchas otras cosas, para que entendamos que existe un Plan más allá de nuestras individualidades y que todo obra para bien.

Así que hoy tengo que decirte que necesitas levantar la cabeza, armarte una vez más de valor y continuar. No sé cuándo acabará esta pesadilla, no sé cuánto más tendremos que soportar, pero mientras eso sucede, necesitamos poner los ojos en el puerto, no en la tempestad. Es una decisión que requiere fortaleza de espíritu, y determinación a ir contra la corriente. Papelón con ese limón, compadre, y bórralo.

Claro, recuerda que esto no se trata de Programación Neurolinguística, lo más importante en esto es que involucres Mi Ingrediente Secreto.

viernes, 30 de marzo de 2018

Promesa Sepulcral




Ya te he comentado que muy poco me importan las festividades. Sin embargo, aquí estamos en la Semana Santa, Semana Mayor, Semana Zángana, Semana de Gastar el Bono o como quieran llamarle. El hecho es que la Pascua sirve para que se traiga a memoria el hermoso sacrificio de Jesús. Pero hoy no quiero hablar de cruces, Gólgotas, ni látigos. Es que esto de Cristo es como las keratinas: necesitas paso 1 y paso 2. La Cruz (una vez te escribí sobre ella) es el paso 1. Importante, vital e imprescindible, la Cruz es Jesús pagando nuestra deuda. El paso 2 es el broche de oro, lo que fija el químico alisante, lo que le garantiza la eficacia de la cruz. Estoy hablando de la tumba vacía.


La resurrección es la médula del cristianismo, y es una de la más significativa diferencia de las otras creencias. Entender la resurrección nos da una perspectiva completamente distinta de la vida, porque comprendemos el carácter pasajero de esta tierra y nos enfocamos en que lo eterno es lo que regirá el destino de la humanidad, bien sea para condenación o para salvación.


Por una parte, la resurrección le da raíces a la fe. Creer que Jesús resucitó es por ende creer que los que hemos creído en Él seremos resucitados. En un mundo en donde no se puede confiar en nada, es espectacular saber que los que creemos en Cristo tenemos una esperanza firme, que aunque sometida a vientos tempestuosos puede, no sólo resistir, sino también infundir confianza en que siempre saldremos victoriosos.



Además, la resurrección es la garantía de que todo tiene solución. Por allí dicen que todo tiene solución menos la muerte. Falso. La muerte tiene solución: Jesús la venció. El escritor de los Hebreos plantea un cuadro digno de una película de acción y dice que Jesús destruyó al que tenía el imperio de la muerte, el diablo. Pablo le dice a los Colosenses que Cristo triunfó sobre las potestades diabólicas en la Cruz. En la visión de Juan, al ver al Hijo del Hombre, éste le dice que estuvo muerto pero ahora tiene las llaves del infierno.



Cuando la gente me ve con cara de “Naguará, probrecita, no sé cómo hace con esa niña”, siempre que tengo la oportunidad les hago saber que  existe en nosotros la plena convicción que la extraordinaria potencia que levantó a Jesús de los muertos está a nuestra disposición. ¿Pero por qué si puede levantar a un muerto, Dios no puede sanar a tu niña de una vez? Pues, no sé, y no me importa. Realmente estoy más interesada en que el plan de Dios para mi vida y a la de los míos se cumpla a plenitud. Y es que precisamente, nos limitamos a ver lo natural, pero en nuestras vidas pueden haber muchas más cosas muertas de las que imaginamos.




A ver, ponte a pensar. Sales a la calle y sólo ves basura, gente sucia y desesperada, injusticia, dolor, hambre, miseria, colas, patria. ¿Qué cosas han muerto en ti? ¿Qué cosas has matado tú con tus palabras y actitudes? Pues, el poder de la resurrección está al alcance de quien se acerque Él, a su Cruz. Y te voy a decir por qué vale la pena, y es porque no te estoy hablando de un tipo que salió a hablar sandeces y promesas locas. Vino, hizo y cumplió. Prometió que saldría del sepulcro y lo hizo, ¿y sabes qué? Algún día volverá. Volverá a juzgar, volverá a recoger su trigo y volverá a reinar.





El cuerpo de mi Ella será resucitado, y será transformado. No habrá allí lesiones cerebrales, ni retardo psicomotor, ni las secuelas de una epilepsia catastrófica. Esto no significa que no crea en que pueda ser restaurada en el plano terrenal. Pero mi esperanza va más allá de eso. Ese, mi pana, es el papelón de mi limón.

viernes, 23 de marzo de 2018

Asquerosa Susceptibilidad






Asquerosito: (ven.) Perro caliente que se prepara en un puesto callejero.


Hace unos días fui con mi esposo a comer perro caliente.  Teníamos muchos meses queriendo comer y en particular, yo quería un asquerosito hecho por alguien a quien llamaré el Nene para mis propósitos narrativos. Verás, yo no sé cómo se come el perro caliente en otros países, pero aquí en Venezuela el perro caliente se come “con todos los juguetes”, es decir, con un montón de cosas.  Por eso mi esposo quería el perro para llevar, pero yo precisaba acceso total e ilimitado a todas las salsas posibles, y le insistí para comerlo allí.  El resultado fue que, como siempre,  terminé sufriendo para mantener todo el relleno dentro del pan, haciendo todo el esfuerzo posible por hacer un mínimo de ridículo.


Creo que el esfuerzo fue en vano. Al Nene se le hace cola, así que todos estábamos en la misma. Miré alrededor y mis compañeros de comida estaban luchando tanto o más que yo por evitar que todo se desplomara al piso, o que la salsa terminara cayendo en la ropa. Aquí en esto, cada quien tiene su técnica: unos se sientan, otros nos quedamos parados, unos comen con la servilleta en la mano, otros hacemos el desastre y dejamos la servilleta para lo último. En fin, cada uno a su forma estaba abordando una situación “difícil”, pero el hecho es que la situación estaba. Y aunque creas que te estoy echando otro de mis cuentos culinarios, espera, tengo un punto.




Mi hija Ella tiene casi 7 años de edad, y su condición especial trastornó, revolucionó mi manera de pensar de la vida y sus cosas, siendo las relaciones humanas y la manera como veo al prójimo una de las cosas que más cambiaron para mí.  El ser humano tiene un corazón con tendencia al mal, nos lo cuenta Jeremías, nos lo explica el Apóstol Pablo en Romanos y el mismísimo Jesús lo dijo una y otra vez en los Evangelios. Ese estado de humanidad nos hace susceptibles, nos expone a una posición vulnerable en la que es común ensuciarse con la salsa y hacer un desastre, en la que podemos terminar metiéndole un mordisco al papel, o botando el refresco. El hecho es que todos tenemos nuestras susceptibilidades, y al respecto quiero puntualizar dos cosas.




En primer lugar, el otro tiene su lucha. No te enfrasques en sólo señalar al otro, y considerar sus “defectos”.  Para mí es muy fácil agarrar una cucharilla y comer, para mi hija Ella es algo sumamente difícil. Su limitación (sí, es una limitación, y no hay por qué disfrazarla) condiciona sus acciones. Puedo decirle: “Hija, ya tienes casi 7 años, así que ya es hora de que comas sola”, pero no es tan sencillo cuando tienes un cerebro lesionado por una epilepsia agresiva. El caso de ella es neurológico, pero considera y aplica a tu contexto. En nuestro mundo abunda la lesión emocional, y una herida en el alma puede causar grandes discapacidades.  Si bien no podemos curarlas nosotros,  sí podemos ser comprensivos.



El mayor motor de nuestra comprensión debe ser el hecho de admitir que nosotros mismos somos vulnerables. Tú que me lees tienes una “pata coja”, es posible que no sea la misma que yo tengo. Es decir, en la norma de oro en la que se nos dijo que amáramos al prójimo la referencia  era el amor propio: “Ama a tu prójimo como a TI mismo” (mayúsculas mías). Esa condescendencia que te ofreces y te distribuyes necesitas darla también. Así que haz el ejercicio hoy mismo: en la cola, en la parada, en el autobús (o camión), con la cajera del supermercado, con el vecino, con el jefe (o el empleado), con tu cónyuge, con tu hermana, con quien sea. Todos estamos en posiciones susceptibles, tengamos algo de comprensión hacia el otro. Mañana, repite la operación. Verás que el mundo tiene menos limón y más papelón.




viernes, 19 de enero de 2018

Esquivar Caca



Hace unas semanas camino hacia el colegio de mi hijo C.J me encontré un sinfín de caca de perro, basura, agua empozada, huecos, y todas esas cosas lindas que abundan en esta Patria bella. Sentí una mezcla de rabia, dolor, tristeza e indignación al ver a un pueblo que estaba caracterizado por su belleza y limpieza en esta condición. También me preocupé por cómo sería el camino de regreso con el chamo, que por su naturaleza no iba a venir con la cautela de mirar lo que pisara. No era sólo un tramo, te digo que eran todas las nueve o diez cuadras que atravieso: todo era asqueroso. Ya cuando estaba por llegar a mi casa logro leer un titular en un periódico que una señora tenía abierto: “Encuentran familia sepultada en La Calera”.


Entré a la casa con todos esos sentimientos encontrados, pensando en mis hijos y el contexto que los rodea. No, no estoy hablando del país solamente. Hablo del mundo cruel que sigue cayéndose a pedazos al tiempo que gira. Te confieso, por un segundo estuve a punto de caer en profunda desesperanza cuando recordé que aunque todo esté lleno de caca, no estoy condenada a llenarme de ella. Sí, estoy expuesta y corro un riesgo, de hecho, cuando ya estaba terminando mi trayecto comencé a pensar que había pisado algo, porque sentía un olor extraño y sin dudar un momento revisé mi zapatos que gracias a Dios estaban ilesos.





 En el resumen de la Ley Hebrea, Moisés le dice al pueblo de Israel: “Harás lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová”. Usando este principio, Josh McDowell enseña que la integridad es hacer lo correcto aún cuando nadie te está mirando. Lee bien, te hablo de tener una norma de vida que rige el comportamiento aún cuando no hay espectadores. Puede parecerte puritano, pero el meollo del asunto está en que en esta sociedad en la que la anarquía se ha vuelto norma, es necesario que hombres y mujeres tengamos la capacidad de mantenernos firmes en nuestros principios y valores, y podamos marcar la pauta, aunque sea a nuestros hijos. Si seguimos en esta onda de relativismo extremo en el que cada quien hace lo que le parece, pues seremos como cavernícolas en unos quince días.


Con respecto a esto, vale la pena mencionar dos cosas. Lo primero es que aunque haya mucha caca a mi alrededor no estoy obligada a pisarla. Es decir, corro el riesgo de hacerlo, pero no tengo por qué. Veo con preocupación a la gente justificando lo malo basándose en que todos lo hacen, o que no tienen de otra. ¿Por qué? Ciertamente hacer lo malo puede producir gratificación inmediata, pero si no recuerdo mal, esta humanidad está así por el pecado, por infringir las normas establecidas por el Creador. A la larga, romper las reglas trae consecuencias incluso mortales. Por algo el profeta Jeremías le advierte a su pueblo que vuelva a la senda antigua, unos años antes de caer cautivo ante Babilonia. ¿Quieres saber por qué estamos así? Pues la respuesta más acertada es que hemos decidido como sociedad tolerar la caca, y no hacer el mínimo esfuerzo por esquivarla.




Lo segundo y más importante es que es posible limpiarse la caca. No voy a ser hipócrita y santurrona asegurándote que jamás he pisado caca. Hablo figurativa y literalmente. Me ha pasado, y aquí estoy para contarlo. Si has pisado caca al ceder a lo que el gentío hace, pues piensa bien a dónde vas, y mira quién está siguiendo tus pasos. Hoy día la valentía va más allá de realizar hazañas en vitrinas. En tiempos en los que lo privado es de dominancia pública, es importante cultivar el aprecio por lo trascendente, aunque no esté colgado en una vitrina. Somos héroes en lo cotidiano cuando nos enfrentamos a los gigantes de la mediocridad, el desorden, la intolerancia, la violencia y la injusticia, y lo hacemos mediante pequeños actos que marcan la diferencia. Y déjame decirte algo: siempre valdrá la pena hacer lo correcto.