viernes, 29 de enero de 2016

Privado y Común




Hace algunas semanas tuve uno de esos días. Quise salir corriendo y huir. Me cansé, me frustré, me harté, me obstiné. No es la primera vez, ¿sabes? Hay días que me da fastidio bañar a Ella. Es toda una logística. Hay días que no tengo ganas de pelear con ella para que coma. Hay días en los que su discapacidad me pega más que otros. Hay días en los que me duele full la espalda. Hay días en los que no me quiero parar de la cama, porque no quiero, pues. Hay días en los que no sé cómo lidiar con su no sé qué. Mi procesión interna es lo que te relato. Es algo tan privado y a la vez tan común.

Esos días los vivo cada cierto tiempo. Generalmente para superarlos hago tres cosas:

  1. No siento culpa. No acepto jamás que nadie me acuse por sentirme mal. Nadie tiene derecho a señalarme por cansarme de atender a una bebé por casi 5 años. Es agotador tanto como lo es trabajar a 4 municipios de tu residencia. Es tan o más agotador como hacer colas para comprar comida. Cuidar a un niño especial con movilidad reducida y retardo mental es sumamente extenuante. El cansancio no es sólo físico, también es emocional. Además, el malestar es pasajero, como un resfriado que agarras de vez en cuando. Si alguna vez te pasa, piensa en eso. Tienes un montón de puntos a tu favor, y a veces son necesarios esos momentos de vulnerabilidad. Así que nada de culpa.                                                                                            
  2. Busco hacer catarsis. Necesito sentarme a llorar y hablar con mi Jesús acerca de cómo estoy. A veces no hablo, sólo canto. En algunas ocasiones lo comento con mi esposo o mi mamá. Lo importante es no quedarme con el asunto y drenarlo de la manera más saludable posible. Como no me siento culpable, me preocupa muy poco que alguien me califique de mala madre, o desagradecida. El principio de esto es sacar de mi sistema lo que me perturba. Incluso lo comento con la misma Ella. Eso sí, no me permito abrazar el asunto;  una vez que lo saqué, salió, y allí quedó. Se limpia el sangrero, se seca la herida y a lo tercero.                                      
  3. Agarro un nuevo impulso. Ya te conté que en este negocio no hay lugar para rendirse. Si tiras la toalla es porque vas a coger otra. Esos días vienen y también se van. Me seco las lágrimas y pa’lante. Es como un lunes en la mañana. El domingo en la noche andas depre porque empieza la semana y su locura, pero el lunes te toca espabilarte, y no hay de otra. Por eso es importante la catarsis, porque te desprendes del peso que no te deja avanzar. Ya te lo he dicho, y te lo vuelvo a repetir: esto es como la mafia, si entras no sales. El nuevo impulso debe ir cargado ánimo y entusiasmo.


Así que, esta lucha que te conté es parte del limón. Esos días vienen, pero también se van. Y estos tres pasos que te enumero son los que veo en mi nena. Hay días en que Ella está más que harta de su condición. Lo veo en sus ojos, en su irritación, en su tristeza. Siempre ese estado es pasajero. Luego que llora y drena, duerme y se relaja un poco, veo cómo renace en ella esa motivación por luchar contra viento y marea. No hay lesión cerebral que la detenga. No hay malestar que se instale. Ella lo supera. Es privado, pero es común. Es tan humano y desagradable como nuestras secreciones. Y disculpa lo escatológico de mi ejemplo, pero creo que con esta imagen te hago entender que esos sentimientos no son malos, son naturales. Echa mano de tu papelón y endulza el asunto. Recuerda que aunque es privado, toda una comunidad lo atraviesa.                                   

Recuerda: drena sin culpa y agarra un nuevo impulso. Seguimos haciendo papelón con limón.

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