viernes, 2 de octubre de 2015

Cómo Sobrevivir a los Opinólogos


No sé si es en toda Latinoamérica, pero aquí en Venezuela, nosotros somos expertos en opinar en la vida de otros. Me he encontrado con personas que al saber que tengo una niña especial comienzan a hacerme preguntas y darme consejos. Seguro que te ha pasado también.  Pero no voy a escribir para criticar a esos opinólogos. La mayoría de ellos tiene buenas intenciones. Te voy a dar unos consejitos para sobrellevar el asunto de la mejor manera, porque, estemos claros: aquí en Venezuela todos somos expertos en todo.

  1. Escucha educadamente. Miren, amigos. No tiene caso discutir. Escucha las opiniones, así sean las más absurdas. ¡A mí me ha tocado hablar con cada gente!. Te aconsejan de todo: hazle masajes con vino blanco y sal marina, llévala a los delfines (perros, caballos, conejos, avestruces, cocodrilos), péinala todas las noches, dale tuétano de ganado, o pupú de paloma, llévala a Cuba, cántale el Alma Llanera. O sea, hay mucha información.  Presta atención. Quizá alguna de esas cosas son buenas para tu hijo. También hay algunos que tienen ínfulas de pitoniso y te dicen: “no, pero ellos se ponen normales con el tiempo”. Es decir, ellos ya pronostican lo que sucederá. A esos también escucha. Hay quienes te recomiendan médicos, brujos o iglesias. Hay quienes te hablan de fármacos. Escucha y presta atención a lo segundo.     
  2. Desarrolla un criterio. El criterio lo desarrollas de dos maneras. En primer lugar informándote bien acerca de la condición de tu hijo. Mientras más claro el diagnóstico, mejor. Investiga de fuentes confiables (en internet hay de todo, pero hay un gran porcentaje de información que es falsa o no fundamentada). Habla con los especialistas. Pregunta e instrúyete. La mayoría de los padres aprendemos a hablar esas lenguas extrañas de términos médicos. La otra manera de desarrollar un criterio es conociendo a tu hijo. Yo tengo varias amigas cuyos niños también tienen síndrome de West, pero ¿sabes? Esos niños son diferentes a mi hija, y sus madres también lo son de mi. No todo es aplicable a todos. No todo lo que te aconsejen será bueno o accesible para tu hijo.                                                                                                                            
  3. Quédate con lo bueno. El apóstol Pablo le dice a Timoteo en una de sus cartas: “Examínalo todo, retén lo bueno”. Hace poco tuve una conversa con una opinólogo. Lo cómico era que ella preguntaba y se respondía sola. En cuestión de minutos me había dado unos 10 consejos diferentes, casi ninguno aplicable para mi niña. Pero entre la mucha perorata que habló, soltó una perla que me acompañó por varios días: “No hay que desanimarse, siempre hay que perseverar”. Me dijo eso en un momento en el que atravesaba esas crisis de “estoy cansada de lo mismo, no veo resultados, no sé que hacer”. Ella no lo sabe, pero fue un instrumento divino para infundirme ánimo. Siempre puedes sacarle jugo al limón, y con nuestro papelón hacer el juguito del día.                                                                                                                                                  
         
  4. Escoge a tus consejeros. Salomón dijo: “En la multitud de consejos está la sabiduría”. Evaluar el punto de vista de otro con más experiencia o con otra postura, es a veces necesario.  Haz amigos con personas que tengan o cuiden niños con la condición de tu hijo. Hazte amigo de sus terapeutas.  No está mal buscar personas que te ayuden y orienten. La cosa es que eres tú quien tiene que tomar la decisión final con ayuda de ese criterio que desarrolles. ¿Cuál es la medida? Pues que sea lo que mejor funcione para tu hijo y tu familia. Lo importante es que sepas que hay otros que te pueden ayudar. Somos seres sociales, puestos en esta Tierra para relacionarnos. Yo cuento con mi ingrediente secreto para cada cosa que hago. Eso es sumamente importante para mi.                                                                                                                                                                                             
  5. Recuerda que no le debes explicaciones a nadie. Suena malandro, pero si eres un adulto, y la manera como tu vida ha tenido que ajustarse debido a la situación de tu hijo especial está funcionando para ti y los tuyos, pues lamentablemente (para los demás) no le debes explicaciones a nadie.  Y aunque suene odioso para muchos, esa es la purita verdad. Si bien la mayoría de los opinólogos tiene buenas intenciones, no todos son indulgentes o empáticos, y algunos sólo buscan imponer su criterio. ¿Quién conoce a su muchacho? Tú. ¿Quién conoce las goteras dentro de su casa? Tú y los que viven contigo el día a día.

Así que ya sabes, no hay necesidad de ahuyentar a un opinólogo, siempre que tengas un criterio personal de cómo  manejar toda esa información que te den. Recuerda que en esto de hacer papelón con limón, la diplomacia colabora en un mundo en el que nuestros niños son minoría. 

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