viernes, 30 de marzo de 2018

Promesa Sepulcral




Ya te he comentado que muy poco me importan las festividades. Sin embargo, aquí estamos en la Semana Santa, Semana Mayor, Semana Zángana, Semana de Gastar el Bono o como quieran llamarle. El hecho es que la Pascua sirve para que se traiga a memoria el hermoso sacrificio de Jesús. Pero hoy no quiero hablar de cruces, Gólgotas, ni látigos. Es que esto de Cristo es como las keratinas: necesitas paso 1 y paso 2. La Cruz (una vez te escribí sobre ella) es el paso 1. Importante, vital e imprescindible, la Cruz es Jesús pagando nuestra deuda. El paso 2 es el broche de oro, lo que fija el químico alisante, lo que le garantiza la eficacia de la cruz. Estoy hablando de la tumba vacía.


La resurrección es la médula del cristianismo, y es una de la más significativa diferencia de las otras creencias. Entender la resurrección nos da una perspectiva completamente distinta de la vida, porque comprendemos el carácter pasajero de esta tierra y nos enfocamos en que lo eterno es lo que regirá el destino de la humanidad, bien sea para condenación o para salvación.


Por una parte, la resurrección le da raíces a la fe. Creer que Jesús resucitó es por ende creer que los que hemos creído en Él seremos resucitados. En un mundo en donde no se puede confiar en nada, es espectacular saber que los que creemos en Cristo tenemos una esperanza firme, que aunque sometida a vientos tempestuosos puede, no sólo resistir, sino también infundir confianza en que siempre saldremos victoriosos.



Además, la resurrección es la garantía de que todo tiene solución. Por allí dicen que todo tiene solución menos la muerte. Falso. La muerte tiene solución: Jesús la venció. El escritor de los Hebreos plantea un cuadro digno de una película de acción y dice que Jesús destruyó al que tenía el imperio de la muerte, el diablo. Pablo le dice a los Colosenses que Cristo triunfó sobre las potestades diabólicas en la Cruz. En la visión de Juan, al ver al Hijo del Hombre, éste le dice que estuvo muerto pero ahora tiene las llaves del infierno.



Cuando la gente me ve con cara de “Naguará, probrecita, no sé cómo hace con esa niña”, siempre que tengo la oportunidad les hago saber que  existe en nosotros la plena convicción que la extraordinaria potencia que levantó a Jesús de los muertos está a nuestra disposición. ¿Pero por qué si puede levantar a un muerto, Dios no puede sanar a tu niña de una vez? Pues, no sé, y no me importa. Realmente estoy más interesada en que el plan de Dios para mi vida y a la de los míos se cumpla a plenitud. Y es que precisamente, nos limitamos a ver lo natural, pero en nuestras vidas pueden haber muchas más cosas muertas de las que imaginamos.




A ver, ponte a pensar. Sales a la calle y sólo ves basura, gente sucia y desesperada, injusticia, dolor, hambre, miseria, colas, patria. ¿Qué cosas han muerto en ti? ¿Qué cosas has matado tú con tus palabras y actitudes? Pues, el poder de la resurrección está al alcance de quien se acerque Él, a su Cruz. Y te voy a decir por qué vale la pena, y es porque no te estoy hablando de un tipo que salió a hablar sandeces y promesas locas. Vino, hizo y cumplió. Prometió que saldría del sepulcro y lo hizo, ¿y sabes qué? Algún día volverá. Volverá a juzgar, volverá a recoger su trigo y volverá a reinar.





El cuerpo de mi Ella será resucitado, y será transformado. No habrá allí lesiones cerebrales, ni retardo psicomotor, ni las secuelas de una epilepsia catastrófica. Esto no significa que no crea en que pueda ser restaurada en el plano terrenal. Pero mi esperanza va más allá de eso. Ese, mi pana, es el papelón de mi limón.

viernes, 23 de marzo de 2018

Asquerosa Susceptibilidad






Asquerosito: (ven.) Perro caliente que se prepara en un puesto callejero.


Hace unos días fui con mi esposo a comer perro caliente.  Teníamos muchos meses queriendo comer y en particular, yo quería un asquerosito hecho por alguien a quien llamaré el Nene para mis propósitos narrativos. Verás, yo no sé cómo se come el perro caliente en otros países, pero aquí en Venezuela el perro caliente se come “con todos los juguetes”, es decir, con un montón de cosas.  Por eso mi esposo quería el perro para llevar, pero yo precisaba acceso total e ilimitado a todas las salsas posibles, y le insistí para comerlo allí.  El resultado fue que, como siempre,  terminé sufriendo para mantener todo el relleno dentro del pan, haciendo todo el esfuerzo posible por hacer un mínimo de ridículo.


Creo que el esfuerzo fue en vano. Al Nene se le hace cola, así que todos estábamos en la misma. Miré alrededor y mis compañeros de comida estaban luchando tanto o más que yo por evitar que todo se desplomara al piso, o que la salsa terminara cayendo en la ropa. Aquí en esto, cada quien tiene su técnica: unos se sientan, otros nos quedamos parados, unos comen con la servilleta en la mano, otros hacemos el desastre y dejamos la servilleta para lo último. En fin, cada uno a su forma estaba abordando una situación “difícil”, pero el hecho es que la situación estaba. Y aunque creas que te estoy echando otro de mis cuentos culinarios, espera, tengo un punto.




Mi hija Ella tiene casi 7 años de edad, y su condición especial trastornó, revolucionó mi manera de pensar de la vida y sus cosas, siendo las relaciones humanas y la manera como veo al prójimo una de las cosas que más cambiaron para mí.  El ser humano tiene un corazón con tendencia al mal, nos lo cuenta Jeremías, nos lo explica el Apóstol Pablo en Romanos y el mismísimo Jesús lo dijo una y otra vez en los Evangelios. Ese estado de humanidad nos hace susceptibles, nos expone a una posición vulnerable en la que es común ensuciarse con la salsa y hacer un desastre, en la que podemos terminar metiéndole un mordisco al papel, o botando el refresco. El hecho es que todos tenemos nuestras susceptibilidades, y al respecto quiero puntualizar dos cosas.




En primer lugar, el otro tiene su lucha. No te enfrasques en sólo señalar al otro, y considerar sus “defectos”.  Para mí es muy fácil agarrar una cucharilla y comer, para mi hija Ella es algo sumamente difícil. Su limitación (sí, es una limitación, y no hay por qué disfrazarla) condiciona sus acciones. Puedo decirle: “Hija, ya tienes casi 7 años, así que ya es hora de que comas sola”, pero no es tan sencillo cuando tienes un cerebro lesionado por una epilepsia agresiva. El caso de ella es neurológico, pero considera y aplica a tu contexto. En nuestro mundo abunda la lesión emocional, y una herida en el alma puede causar grandes discapacidades.  Si bien no podemos curarlas nosotros,  sí podemos ser comprensivos.



El mayor motor de nuestra comprensión debe ser el hecho de admitir que nosotros mismos somos vulnerables. Tú que me lees tienes una “pata coja”, es posible que no sea la misma que yo tengo. Es decir, en la norma de oro en la que se nos dijo que amáramos al prójimo la referencia  era el amor propio: “Ama a tu prójimo como a TI mismo” (mayúsculas mías). Esa condescendencia que te ofreces y te distribuyes necesitas darla también. Así que haz el ejercicio hoy mismo: en la cola, en la parada, en el autobús (o camión), con la cajera del supermercado, con el vecino, con el jefe (o el empleado), con tu cónyuge, con tu hermana, con quien sea. Todos estamos en posiciones susceptibles, tengamos algo de comprensión hacia el otro. Mañana, repite la operación. Verás que el mundo tiene menos limón y más papelón.