Como te dije en mi
último post, una manera de resumir la paternidad en pocas palabras, es ser
nuevo en algo todos los días. Ser nuevo implica que no sabes cómo lo estás
haciendo, y que vas a embarrarla. La paternidad es un rol complejo, la
paternidad de un niño con necesidades especiales es más compleja todavía. Ves a
tu alrededor, te ves a ti en el espejo y te aduces algo. Es así. Y, si tienes
una tendencia al perfeccionismo, como esta servidora, pues, siempre hay una
sensación de incapacidad. Esas son las cosas que producen la culpa autoechada.
Sin embargo, estoy
convencida que todos tenemos lo que se necesita para abordar la tarea que se
nos encomendó. Eso aplica para la mamá de cuatro que está embarazada, para la
mamá de uno que vale por cuatro, para la mamá de uno de 14 que parece haber
comido cuatro monstruos con desórdenes hormonales, o para la mamá de Ella. En
esta tierra, luego que Adán comió del fruto (que por cierto, no sabemos a
ciencia cierta si era una manzana) esta humanidad caída se apartó de la
perfección, y todo lleva el sello de esa condición. Lo que hacemos es buscar de
dar lo mejor posible para prevenir daños colaterales.
Así que enlazando
esto con lo anterior, quiero decirte dos cosas más que te pueden ayudar a superar
esa culpa autoechada:
3. Hay cosas que no
dependen de ti. Estoy aprendiendo esta. Hay que recordar que la vida pasa, lo
inesperado sucede, y porque es inesperado, no tenemos el control sobre ello.
Hay un rango de acción que te pertenece, y hay otro que no. Te cuento un
ejemplo. Mi hija Ella está dando avances a pasos agigantados este año, ya
empezó a caminar con asistencia, y está fascinada con el asunto. Su actitud es:
¿Cómo que no había hecho esto antes? Pero, por otra parte, Ella te he dicho en
otras ocasiones que es un murciélago en cuanto a sonidos se refiere, y eso la
hace hipersensible a ciertos sonidos y ruidos, como el vallenato, para
mencionar uno. En el momento que escucha cualquier cosa a su parecer desagradable, llora de manera
incontrolable, y el llanto es bastante evidente. Ahora que lo pienso, quizá
deba hablar con mi vecina, para que no crea que maltrato a la niña.
Puedo tratar de
controlar algunos estímulos para no hacerla llorar todo el día, pero, si
venimos en una camioneta de pasajeros, la chama va a llorar al escuchar la
primera trompeta de Los Adolescent’s. El chofer puede cambiarlo a Tito Rojas, y
llorará más todavía. La salsa no es de su preferencia, y ella muestra desagrado
con llanto. No depende de mí ese mal rato. Me siento mal por Ella, pero tiene
que desensibilizarse, me siento mal por los pasajeros, quienes si fueran
escuchando un rock pesado o una guitarra española, no tendrían que escuchar la
sirena de ambulancia que trae Ella. Nada de eso depende de mí, y me ha tocado
aprender a lidiar con esas situaciones en grande y pequeña escala.
4. Es necesario
saber perdonarse. Te he mencionado la importancia del perdón en otras
publicaciones. El auto perdón no es ser indulgente contigo mismo, pero sí
comprender que eres una persona de carne y hueso, aceptarlo y estar bien con
ello. Recuerdo hace unos años que tratábamos de darle un atol a Ella y cuando
vimos tanto rechazo, luego de haberle insistido múltiples ocasiones, nos dimos
cuenta que estaba dañado. El calor tropical aragüeño lo había descompuesto.
“Hija, perdónanos”, le dijimos. Queriendo hacer un bien, estábamos haciendo
mal, sin darnos cuenta. Luego, nos tuvimos que perdonar a nosotros mismos.
Hace un par de años no se dejaba los lentes
puestos de ninguna manera. Empezó a quitárselos a cada rato. Te cuento que Ella
usa lentes externos desde los 8 meses de edad y se acostumbró a ellos, en mi
opinión, porque su cerebro sabe que sus ojos funcionan mejor así. Pero de un
día para otro comenzó a quitárselos y no había forma que se los dejara puesto. Cuando
el doctor la revisó, me dijo: “Esta fórmula ya no le sirve. No ve bien, por eso
no se los deja”. Nosotros estábamos angustiados porque no veía bien, y sí, no
veía bien, pero el problema era precisamente los lentes.
Todos le hemos hecho
daño a nuestros hijos, casi siempre sin querer. Nuestros padres nos hicieron
daño también. Esas cosas que les hemos hecho a nuestros hijos por ignorancia,
falta de madurez, tomar el consejo equivocado, o simplemente el calor del
momento, y que quizá han traído consecuencias a plazo, debemos aprender a
perdonarlas. Insisto, salvo algunas excepciones, nadie planifica dañar la vida
de su hijo.
Con esto quiero
decirte que no dejes que la culpa te carcoma. No hay sentido en encerrarte en
un círculo de malestar constante. La culpa es como una garrapata quitándote
fuerza vital que puedes imprimirle a un proyecto más valioso. Eso no significa
que nos escurramos los bultos de la vida, sólo que si queremos avanzar,
necesitamos hacer como dijo mi escritor favorito del mundo mundial, el gran
Apóstol Pablo: “Dejando lo que queda atrás, me extiendo a lo que está
adelante…”
La aceptación de las
cosas que no puedes cambiar es un papelón que administrar a nuestra vida
limonada. Siempre que la incluyas como una política, te ayudará a sobrellevar
mejor las cargas que nuestra condición humana nos impone. Sin embargo, para que
esa condición humana se optimice, es primordial que utilices Mi IngredienteSecreto.
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