viernes, 23 de septiembre de 2016

Camarones Invisibles



¿Recuerdas esa comiquita en la que un hombre halla una rana talentosa,  con una voz de tenor y excelentes habilidades para el baile? Podrás también recordar que cuando el hombre arma el espectáculo, la muérgana no hace nada. Nos pasa con nuestros hijos especiales. Los vemos hacer algún avance en cierto momento y cuando vamos a tomar la foto, grabar el video o mostrarlo a los demás, no hay manera de hacerlo. El chamo, simplemente no lo hace. En este momento te estás riendo conmigo y recordando todos los momentos que ha sucedido. Porque es que ha pasado muchas veces.


Hace unas semanas tuvimos la bendición de conseguir unos camarones en 2.500 Bs el kilo. Pues, tomé una porción para un arroz especial que iba a preparar. Y lo preparé. Pero cuando le serví el arroz a mi esposo: no se veían los camarones. Sin embargo, no tomó trabajo que me creyera, porque aunque los camarones no eran visibles, el arroz sí sabía a camarón. La evidencia era el sabor. Y bueno, quizá ya te fastidien mis temas gastronómicos, pero no dejo de asociar esas cosas con mi realidad particular. Ella está cansada de “hacerme quedar mal” ante otros. Si eres de mi gremio, me comprendes perfectamente.


Hubo un día en que me cansé. Es decir, decidí dejar de intentarlo. ¿Intentar qué? Probar lo que Ella hacía o no hacía. Todavía a los 5 años me consigo terapeutas que me dicen: “tiene que mejorar el control cefálico”. Es que con toda la experiencia que tienen, no terminan de entender que estos ángeles nuestros tienen tanta o más voluntad que un niño típico, y en ciertos momentos y ciertos contextos, no les da la gana de colaborar o “probar” un carrizo. La esencia de esto es que no están interesados en impresionar. Ellos son quienes son, y ya. Por cierto, mi hija ha empezado a sentarse sin apoyo posterior, usando sólo sus brazos  y lo hace muy bien. No tienes que ser terapeuta para entender que para hacer eso, la cabeza no puede guindarte.



Y bueno, hasta allí la discusión ontogenética.  No quiero hablar de ranas, o hijos que nos dejan mal parados. El meollo de mi porción de guarapo de hoy tiene que ver con el hecho de no darnos mala vida con las cosas que sabemos que están, aunque no todos puedan verlas. Y es que más que las destrezas que nuestros hijos puedan desarrollar, nosotros como padres también tenemos nuestros camarones invisibles. Son cosas que no son del todo tangibles, pero que están. El camarón de la sensibilidad, el camarón de la comprensión, el camarón de la preocupación por el bienestar del otro, el camarón del agradecimiento por las cosas pequeñas y muchos otros que no cabrían en esta cuartilla.





Estas cosas no se ven como un rasgo físico, o una prenda que llevemos puesta.  Son marcas del alma. Cuando otros se acercan pueden sentir el olor a comida del mar. Esta mafia de paternidad especial te tatúa la mente, y no puedes ser nunca más el mismo. Hace unas semanas conversé con un papá que me dijo: “No cambio a mi hijo por nada”. No puedo estar más de acuerdo. Los padres especiales fuimos premiados con un pedacito de cielo en la casa. Es difícil expresar con palabras lo que la vida nos ha enseñado en este transitar atípico. Pero te puedo asegurar, aunque los camarones no se vean, allí están. 

viernes, 16 de septiembre de 2016

Manzanas de Oro




Con el pasar de los años me he vuelto una persona reclusiva. Me gusta estar en mi casa, y así lo prefiero. Salgo a pocas cosas: comprar cosas básicas, pasear a mis hijos, ir a la iglesia y ocasionalmente una que otra visita. Sin embargo, en esos pocos momentos que salgo puedo observar el alto nivel de conflictividad que hay en la calle. Las causas son múltiples, y no pretendo discutirlas aquí. Pero no negaré que es preocupante lo que vemos. Mi esposo dice que es el hambre que tiene a la gente de mal humor. Maslow ya nos dijo qué pasa cuando las personas no tienen resueltas sus necesidades básicas.



Ya no voy a la jungla con la misma frecuencia debido a compromisos laborales, pero la semana pasada me tocó. Señores, el Metro de Caracas es un criadero de camorras. Ese mismo día fui testigo de al menos 4 discusiones en un rango de 12 estaciones (una de ellas de una chica de unos 25 años le gritaba a una doñita de unos 70). Incluso, ese mismo día antes de salir del terminal de mi ciudad de residencia, hubo un conflicto en la cola por que según los que estaban delante “estaban cansados de discapacitados”. ¿A dónde se nos fue la cordialidad? Eso tampoco lo voy a discutir porque me podré política y algunos me odiarán. De regreso, un operador del Metro quiso hacerme parte de la jugada y me dio una instrucción con tono regaño por algo improcedente. Yo, reconozco que el asunto me molestó y lo puse en su lugar.


Ese viaje me hizo tomar una decisión: necesito mucha sabiduría para responder ante todo como conviene. El gran sabio Salomón escribió: "Manzanas de oro con engastes de plata es la palabra dicha como conviene." Léeme bien: no estoy diciendo que te pongas de alfombra, estoy diciendo que no todas las formas de responder a una situación son convenientes. Estoy diciendo también que a veces es preferible el silencio. Y que esa actitud de “no calarte nada” daña tu vida y la de la gente a tu alrededor. Por eso quiere hacerte saber tres cosas al respecto:


  1. Las actitudes se contagian. Si pasas tiempo con alguien que se queja y no te haces consciente de ellos, serás también un quejón. Si andas con un peleón, te vas a poner a pelear también. Me dirás: “bueno, pero ¿cómo carrizo hago?”. Es fácil: se tú el huésped de otra actitud y contagia a tu entorno de eso.                                                                                                                             
  2. Todo empieza en tu mente. Hace unos meses descubrí las enseñanzas de la Dra. Caroline Leaf. Esta tocaya surafricana es una genio de la neurociencia y la Biblia, y dice que tu mente cambia tu cerebro y tu estructura genética. Necesitas hacer el hábito mental de decidir con antelación y en frío cómo vas a responder. Porque la verdad es que todo puede salir mal, pero puedes decidir en tu mente cómo actuarás.                                                                                                              
  3. No sólo se responde con las palabras. Nuestras actitudes y lenguaje corporal hablan. A veces, no le respondes al otro como quieres, pero la pagas con tu hijo, o con el cónyuge. Elige (porque sí se puede) cómo vas a responder. Y desarrolla la costumbre de hacer lo conveniente, no lo primero que te pasó por la cabeza.                                                                                                   
  4. Se vale defender lo tuyo. En ningún momento te estoy sugiriendo que te quedes con los brazos cruzados. Sólo que selecciones la forma más conveniente de hacer saber tu molestia y canalizarla. Hace días compré unos granos con gorgojos. Me sentí completamente estafada. Regresé al establecimiento y logré una solución pacífica.




Así que ante tanta locura, el papelón de una palabra o una actitud convenientes pueden hacer la diferencia en la limonada agria de alguien. Las oportunidades son infinitas: una cola (en la panadería, cajero, supermercado, etc.), en una oficina pública, en un centro de salud, en el colegio de tu hijo o en tu universidad. Todos los días tenemos el chance de ser papelón o limón. Podemos elegir.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Huevos Ajenos



Hace algunos días caminaba por la calle, e iba delante de mí un joven de unos 25 años con medio cartón de huevos en una bolsa. Este joven balanceaba la bolsa hacia delante y hacia atrás, cual péndulo de reloj. Cuando vi el asunto me horroricé, te confieso. A mí me enseñaron a llevar los huevos con sumo cuidado. Además, odio llegar a la casa y conseguir huevos partidos. Pero, a este chico no lo enseñaron ni mi mamá, ni mi abuela, ni mi tía La Negra. Estuve tentada por unos segundos a instruirlo, pero por alguna razón me cohibí. Pensé: son huevos ajenos.

Los latinos somos culturalmente entrometidos, como te comenté en mi artículo sobre los opinólogos. Pero a medida que maduro, me convenzo que hay cosas que no son problema mío, y sobre las cuales es inútil preocuparse. No estoy haciendo con esto una apología a la indiferencia. Mi punto es que en la vida necesitamos respetar las decisiones, formas y opiniones de otros, y estas no pueden amargarnos la existencia. Quizá el chamo de los huevos iba preparando su tortilla de una vez, o de repente la mujer lo iba a insultar cuando viera sus casi 2 mil bolos con las yemas rotas. Pero eso era asunto del acarriador, y no mío.

¿Y qué tiene que ver todo este lío con la paternidad especial? Todo o nada. Depende como quieras verlo. Lo que básicamente quiero expresar es que ya lidiamos con suficiente presión interna y externa, por lo que no vale la pena añadirse angustias innecesarias. Por eso quiero motivarte a que revises qué pensamientos te restan energía, y ver cuáles son preocupaciones legítimas, inherentes a ti y a tu contexto. Lo que no sea, pues tienes que aprender a dejarlo en manos del responsable. Insisto: eso no significa que sólo tienes que preocuparte por lo tuyo y que los demás se frieguen.




Allí es cuando vengo a lo segundo. Hay una línea delgada entre la entrepitura y la ayuda genuina. ¿Cómo distinguirla? Pues creo que las respuestas son múltiples, pero todo consiste en confiar en tu propia intuición. Es posible que si yo le hubiese dicho algo al chico de los huevos me hubiese mirado mal, o respondido algo como: “Yo llevo los huevos como quiera”. O, tal vez me hubiese dado las gracias, no lo sé y no lo sabré. Quizá yo soy súper dramática y mi manera sobreprotectora de llevar los huevos no tiene sentido. No sé. Todo depende.

Lo más importante aquí es nuestra actitud. ¿Queremos imponer nuestro criterio al “ayudar”? ¿Creo que mi forma de ver las cosas es la verdad? ¿Estoy dispuesta a respetar la elección del otro sobre sus propias cosas? Esto es aplicable hasta dentro de las mismas familias. A veces la mejor manera de ayudar es dejando que el otro haga las cosas a su manera. Total, a nosotros nos gusta hacerlas a la nuestra. Esa es la esencia del hombre: la libertad de elegir.




El guarapo que yo hago es mío. Quizá tú le pones un twist de piña fermentada, y otro le pone naranja. Yo le pongo azúcar, aunque ya tiene papelón, pero otros lo dejan sólo así. Todos estamos haciendo nuestro papelón con limón. Puedes darle aplicación a tu paternidad, pero esto es un principio de aplicación universal: respetar las decisiones de otros, es clave para la convivencia. Si dejas que cada quien se ocupe de sus huevos, vas a tener más tranquilidad, creéme.