viernes, 24 de junio de 2016

Trampa Sutil



Una de las cosas más evidentes en nuestra sociedad actual es la insana polarización. Estamos en un extremo y otro, sin lograr un equilibrio relativamente aceptable. Esto, en mi opinión, afecta nuestra psique y nos confina a vivir enmarañados en paradigmas que nos roban las cosas buenas de la vida. Como la honestidad es mi política, no te voy a decir que esto no me afecta. Tengo posturas radicales hacia ciertas cosas, y no negaré que me hallo en algún polo, o polos.

Por ejemplo, la semana pasada que jugó Venezuela con México, me alegré muchísmo con el gol de Sema. ¿Quién no, pues? Disfruté mi momento Vinotinto. Luego el mexicano metió el gol, y bueno…ya sabemos. Quedamos cuadrados con Argentina y ese fue el final de la Copa para nosotros. En el momento que veía el partido, estaba revisando el twitter. Vi la noticia de una señora que falleció cruzando el río Táchira para buscar medicinas en Colombia. ¿Ves el contraste? Es difícil manejarlo. Pero la trampa está en un discurso que se vende mucho por allí: está prohibido sentirse bien. Necesitas arrastrarte en la miseria de la vida para estar a tono con la situación de país. 



No te lo dicen de frente, pero ciertos factores quieren siempre hacernos sentir mal, y no se sienten cómodos con la satisfacción de otros a pesar de. A veces somos nosotros mismos que nos spoileamos el momento. Fíjate lo que me pasó hace unos días. Se fue la luz (O sea, no vivo en Caracas) y tuve que parar lo que hacía. Aproveché el momento de jugar con mi hijito, C.J. Comencé a corretearlo. Él se reía a carcajadas y corría. En eso volteé y allí estaba Ella en su silla. También se reía, estaba viéndonos jugar. En ese momento vino a mi una tristeza. No quería que nos viera, quería que jugara con nosotros. Pero ese no es el tipo de juegos que ella puede jugar con nosotros ahorita.


De manera que luego de contarle el asunto a mi esposo, y que él me levantara un poco el ánimo, activé mi lista de acción de gracias. No está mal entristecerme por la discapacidad de mi hija, pero es mucho mejor apreciar sus capacidades. Ella nos pudo ver, nos pudo oir y se rió. Son cosas tres que se dan por sentado, pero los padres de niños con diversidad funcional sabemos que no es así de "fácil" para todos. Así que no es posible hacer papelón con limón si sólo nos aferramos a lo ácido. Lo ácido es innegable, y no se puede ignorar. El dolor es parte de la vida.

Me preocupa ver tantos mensajes en las redes que nos incitan a la queja y al desprecio. Y lejos de parecer conformista (no lo soy), quiero es motivarte a no enredarte en la trampa de sentirte mal perennemente. Muy contrario a lo que se nos enseña, sí se puede domar el alma, sí podemos sentirnos bien, si sólo decidimos hacerlo. Es horrible hacer una cola para no comprar nada, es horrible no tener pañales para nuestros chamos, es espantoso que las cosas más mínimas se hagan tan cuesta arriba. Pero no dejes que nada de eso condicione tu felicidad. Puedes conmoverte por los niños que están muriendo de desnutrición (confieso que he llorado estos días al ver las notas informativas de estos casos), pero eso no me va a impedir comerme la arepa que Dios me dio. Y mientras esas cosas pasan, busco en mi entorno más inmediato algo que hacer para aportar. 




Si te parezco melosa, o excesivamente optimista, haz la prueba. Ve qué es más conveniente. Intenta pasar un día con una actitud de ánimo y esperanza, y ve cómo tu energía se multiplica. Ve como tu perspectiva de las cosas cambia, ve como te haces más tolerante y agradecido. Esa misma actitud puedes contagiarla. La trampa consiste en encerrarnos en un ciclo interminable de insatisfacción, que no nos permite valorar lo que sí hay. Y eso no te hará menos sensible en absoluto. Pareciera ser que la única forma de sentir compasión, según estas maneras es tirarse a morir de la rabia y la tristeza todo el día. No hay beneficio en la desesperanza. Sin papelón, lo que hay es un jugo maluco. De eso se trata.

viernes, 10 de junio de 2016

Pabellón de Frijoles



Hace algunos sábados fui a comprar empanadas a la lunchería justo a la esquina de mi casa. Como eran casi las 10 de la mañana, ya no habían los rellenos tradicionales; quedaban de salchicha, perico y pabellón de frijoles. Sí, pabellón de frijoles. ¿Eso existe? Pues en mi opinión, no. El portugués está tratando de satisfacer la demanda sustituyendo un grano por otro; al fin y al cabo se puede comer carne con frijol y una tajada, pero mi queridísimo Joao: el pabellón es con caraotas (y negras).


He estado dando vueltas y vueltas acerca de esto. No, esta entrada no es acerca de la gastronomía criolla y como la crisis la afecta. He estado semanas en una lucha campal entre mis emociones y mi fe. He querido hacer pabellón con frijoles, pero es que eso no se hace así. Una vez te dije que la resignación es la excusa para los que se rinden, y yo no soy de esas. Pero de pana, ganas no faltan a veces. Y por esa razón no he escrito. Porque no quiero hundirte con mis penas. Esto es para empujar, para darte una palmada que te impulse a seguir. Sin embargo, veo tantas marañas que no he sabido por dónde iniciar y no se sabido si valdría la pena escribir.





De manera que aquí estoy. Odio reflejarme ante ti como incólume ante todo lo que nos ocurre como país, como papás especiales, como mujeres, como hijas. Esta semana tuve violín. Los apagones me alteran mi rutina como no tienes idea; así programados y todo. Y lucho, peleo, combato contra el enojo. Los coléricos somos enojones. Yo confieso estarlo. Lo reconozco porque quiero superar esta prueba, y para hacerlo el paso uno es asumir mi condición interna. Espero que me entiendas. No es un enojo en el que le grito a todo el mundo, es una procesión que llevo por dentro. ¿Por qué? Pues ya te dije que no voy a darte mis mil motivos.


El hecho es que los frijoles no sirven para el pabellón. Puedes comértelos, pero no puedes llamar a ese plato pabellón. El enojo, la tristeza, la desesperanza, la trampa, la envidia, el chanchullo, el bachaqueo, la queja, la camorra, la maledicencia, el egoísmo, el pesimismo, y todas esas cosas que están accesibles en nuestra atmósfera venezolana, no pueden ser beneficiosos. Sólo acarrean maldición. Sí, maldición. Fuerte palabra, pero no tienes que ser pitoniso para ver alrededor y decirme en qué condición estamos como país. Y si no me crees, ve a la Biblia y lee Deuteronomio 28.



Sin embargo, de la misma forma como he aprendido a disfrutar a Ella, aprenderé a sobrellevar este trago amargo (que también pasará-no tengo la menor duda). Los padres especiales somos una estirpe todo terreno, y bastante guamazo hemos llevado como para dejar que las decisiones e indecisiones de un bigotón nos haga la existencia desagradable. Respiramos y agarramos impulso. Estamos haciendo papelón con limón, y aunque el papelón está escaso y caro, de alguna forma haremos que esto funcione. No nos rendimos, no desistimos.


No quiero cerrar esto sin recordarte algo. Nadie puede ser diferente sin acercarse al que verdaderamente hace Nuevo al Hombre.   No se puede hacer pabellón con frijoles.