viernes, 11 de diciembre de 2015

Fuera de Control

Soy una persona de temperamento colérico. Los coléricos somos líderes natos, orientados al logro y controladores. Aparte de eso, soy mujer. Además, soy metódica: hago listas, cronogramas, cuadros, esquemas, vivo pendiente del calendario y la hora. Todo eso es una espada de doble filo. En muchas ocasiones me favorece, en otras, esos aspectos se confabulan en mi contra, y…bueno, me perjudican, y perjudico a otros. Siempre busco ser honesta contigo, porque este no es un espacio para decirte: “Mi vida es perfecta, búscate una igual y verás qué bien te irá”. Estoy en una constante lucha en las que a veces, las cosas que están fuera de mi control me hagan salir de control, valga la redundancia.


Hace algunos días enfrenté una crisis de salud con Ella. Impresionantemente me mantuve en la línea de cordura, y aunque el asunto era aparentemente serio, decidí no volverme loca, dar mis pasos certeros y mantener mi mente alineada a un pensamiento al que recurro en muchas ocasiones: Esto también pasará. Lo que he aprendido acerca de las reacciones humanas es que están regidas por los pensamientos. Y te digo algo, en mi mente y corazón está la plena convicción que Dios está al control de la vida de  mi hija, que Él la ama y que ni un cabello de su cabeza caerá sin su aprobación. No quiere decir eso que no me preocupe en ocasiones, pero he desarrollado la capacidad para ensordecer temores que a diario gritan a mis oídos.

Es que empecé a entender que las cosas salen de mi control con Ella. ¿Qué más incontrolable que una crisis convulsiva? Mi hija pasaba épocas en las que el sueño se le trastornaba por completo, de manera que la noche era el día y el día también era el día, inapetencia, reflujo, estreñimiento, fobias extrañas, llantos a los que no se le hallan causa, etc. Eso es entrenamiento, mi pana. Pero eso no quiere decir que siempre gano. Eso sólo significa que ya hay cosas que no me alteran, así que simplemente le doy la vuelta y pa’ lante. Sin embargo, no siempre ocurre así. Hay días que mis hijos no se llevan la cuota de mi descontrol, pero sí mi esposo, o la cajera del supermercado, o la operadora del Banco X que llama cobrándole a alguien que ya no vive aquí (a pesar de haber dicho miles de veces que se mudó). Esto es una guerra, y se gana de batalla en batalla.




Te voy a decir qué es lo más importante de esto: llegar al punto en el que entendamos que alterarse por cosas que están fuera de nuestro control es tan inútil como echarle aceite al agua de la pasta, no cambia los resultados. Después de eso, toca la ardua tarea de darle aplicación universal. En ese proceso ando yo, como te acabo de comentar. Mientras tanto, continúo esforzándome para logarlo. No se me hace siempre fácil. Pero entiendo que si quiero que el mundo sea mejor para Ella y su hermanito, la primera en ser mejor debo ser yo. La labor más pelúa de esta vida limonada es echarle papelón, y quiero que recuerdes que en eso no estás solo. Somos un club

No hay comentarios.:

Publicar un comentario