Si hay algo en lo que me cambió la maternidad es en la forma
cómo proceso las situaciones de peligro. No sé, creo que da más temor lo que le
pueda pasar a un hijo que lo que le pueda pasar a uno mismo. De hecho, el
sentido de preservación va más orientado a cuidar al hijo, de allí la famosa
expresión: “Mi hijo me necesita sano”.
Te lo he dicho antes, no quiero que mis hijos tengan ni siquiera
lagañas, quiero lo mejor para ellos, quiero protegerlos, quiero que tengan
todas sus necesidades cubiertas, quiero evitarles, en la medida de mis
posibilidades, cualquier sufrimiento.
Sin embargo, la mala noticia es que estamos en un mundo
caído, un mundo alejado de su Creador, y lamentablemente, cosas malas pasan. De
no haberle pasado algo malo a mi hija no te estuviera escribiendo. El gran
sabio dijo en Eclesiastés: “Tiempo y ocasión acontecen a todos”. O sea, a todo
cocinero se le queman los frijoles alguna vez.
Y sí, perdóname porque siempre uso metáforas gastronómicas, pero no lo
puedo evitar. Sólo quiero hacerte clara la idea: mientras estemos en este mundo
viviremos pesares, la cuestión es cómo reaccionamos a eso.
Pensando en esas situaciones de apremio, me vino a la mente
una historia del rey David. El tipo tuvo una vida acontecida, y gracias a Dios,
hubo cronistas dispuestos a registrarnos esas vivencias. En esta que te cuento, David no era rey aún.
Era prófugo de la justicia, pues el rey Saúl había ordenado que lo mataran
alegando falsas razones. Cuando David huye, de alguna manera espontánea le
surge un ejército, y bueno, esta gente también tiene familia. David también se
hizo su familia paralela, ya que su esposa era hija de Saúl. Sí, hasta ahora
parece telenovela mexicana, ¿verdad?
El hecho es que en una de esas andanzas con su ejército, cuando
David regresa a la ciudad en la que vivía, se consigue con que habían prendido
la ciudad y se llevaron cautivos a todos los que estaban allí: mujeres y niños.
Imagínate a estos hombres llegar y ver que sus familias habían sido secuestradas.
Es sin duda una situación límite. ¿Qué se hace en una tamaña crisis? Déjame
darte un poco más de información. Los que habían prendido la ciudad no eran un
ejército artesanal como el de David, eran un ejército constituido, perteneciente
a un reino hostil, y además superlativo en número. Este señor y sus hombres tienen
todas las de perder.
Quizá también tú te halles en una situación límite. Tenías
el dinero reunido para realizar un pago grande, vienen, aumentan el sueldo, y
con eso todos los precios también se disparan. Tienes tres meses sin poder
lavar bien tu ropa, porque quizá tengas jabón, pero no tienes agua sino sólo
para lo extremadamente necesario. Te faltan 2 semestres para graduarte, pero
tus profesores se están yendo del país, o no van a dar clase porque no tienen
manera de llegar a tu casa de estudio. Y así, puedo seguir y seguir, situaciones
límites que te encierran en el “No sé qué hacer”. Pero como siempre, esta
historia no ha terminado, como tampoco la tuya.
El escritor de esta historia nos dice que “David halló
fortaleza en Jehová, su Dios”. Puedes leerla con todo detalle en 1 de Samuel
30. Se acercó a Dios, y obtuvo la estrategia para revertir la situación, que
más bien se convirtió en algo sumamente favorable. Es que la crisis, amigo que
me lees, no es otra cosa que una excelente oportunidad para acercarnos a
nuestro Creador, no como el bodeguero que nos suple una necesidad, sino como de
quien dependemos, porque , no sé si no te has dado cuenta, pero los seres
humanos no somos expertos en vivir vida, pero el Creador quien la diseñó es el
experto de la experiencia.
¿A quién vas cuando tienes una crisis? Ciertamente como
seres gregarios estamos rodeados de gente, pero antes de recurrir a alguien
limitado, ¿no crees que sería mejor ir a Aquel que tiene todas las respuestas? Como
te lo he dicho antes, hay un papelón inagotable que brota de la Fuente Suprema.
De manera que allí está mi invitación siempre para ti. La vida no tiene que ser
siempre un limón ácido.